lunes, 21 de diciembre de 2020

Escándalo

"Espero que mi aspecto no les haya asustando.  Es la última de mis intenciones".

En un escenario rodeado de gente tan elegante es complicado no ofender. ¡Pero qué estoy diciendo! Ya he vuelto a equivocarme... En este escenario solo estoy yo. En todo caso, lo correcto sería decir "en un LUGAR rodeado de gente (...)". 

La guitarra ofrecida no parece gran cosa. La excusa perfecta... Si sale mal, la culpa es de la guitarra. Ja-ja-ja. Una risa interior (¿se acuerdan de la risa del perro?) me invade en un pequeño placer más corto que un orgasmo (¡masculino! que ya se sabe que ahora hay que matizar y mucho). A veces es todo de una corrección y concreción insoportable... Pero vayamos al tema.

"No quisiera escandalizarles, de verdad. Usted parece triste, ¿es por mi culpa?

Se trata de un caballero. ¡Por todos los santos! Ya he vuelto a equivocarme... No es un caballero. Es un joven cuyo atuendo le hace APARENTAR ser un caballero. Bueno, hagamos una excepción esta vez y de paso me tiro a la piscina: el pobre diablo había perdido justo esa mañana su trabajo. De cocinero, para ser más exactos. 

"No se preocupe, caballero. Quédese con lo felices que nos han hecho sus platos"

Llora...

"¡Pero no me llore! Que aún no he empezado a tocar, y mucho menos a cantar"

Ríe. Objetivo cumplido.
Y qué mujeres más bellas hay por aquí. ¡Menudo festín me voy a dar! (de aplausos, no empecemos otra vez con las mentes calenturientas).

"Este micrófono es muy raro. Se cae continuamente. ¿O el raro soy yo?"

Pienso que mejor dejar de hacer tantas preguntas. El pánico parece haberse de este humilde concertista, tanto que ya no está en el escenario, sino a pie del público. El silencio comienza a ser incómodo. Para ellos, no para mí. De hecho, a mi el silencio me encanta. No sé por qué la gente no se calla la boca de vez en cuando. Y otra vez que he metido la gamba... La boca no se puede callar, en todo caso es la voz la que se calla. Aunque si no movemos la boca es complicado hablar. ¿Y para un ventrílocuo? Sí, ojalá yo fuese un ventrílocuo cuyo muñeco tocará esta tarde-noche. 

"¿Voy a tocarles unas baladas agradables. No se piensen que vengo aquí a taladrarles los oídos"

Risas. Pero mi sorpresa es mayúscula cuando me percato de algo: hay más de una persona animándome a "darle caña". Yo lo interpreto como un "déjate de mariconadas y toca algo fuerte". "Pero tócalo ya", me digo a mi mismo. 

"Quiero agradecerles su tiempo. Ha sido maravilloso no poder verles"

Cocaine de J.J. Cale no ha ido tan mal. Ha sido la última en sonar. Creo haberme equivocado en un par de acordes. Y la canción tiene cuatro, así que un cinco raspao'. Como de costumbre. 

sábado, 7 de julio de 2018

Y nunca tuve el corazón tan rojo...


Y ahora, ¿dónde estás? 
Una siesta de dos horas tras noches sin dormir... Me despierto y no sé quién soy. Me entra la angustia y gracias a ella (paradojas de la vida) logro recordar.
Cuando bailas en la cuerda floja es cuando quieres hacerlo en un escenario. Claro, que antes eso era de cobardes. Es mejor (o más 'eco friendly cool', como he llegado a escuchar) dar lecciones sin haber aprendido una jamás, o por lo menos no al completo.
El bizcocho me huele mal, llevo tiempo diciéndolo. 



Las velas siempre alumbrarán más que las bombillas.

lunes, 26 de diciembre de 2016

Oh... Blanca Navidad...

...sueño y con la nieve alrededor...

domingo, 19 de julio de 2015

Slash




Todo empieza con un regalo que se mueve. Una caja que esconde algo más que un bicho enternecedor. Me planteo cómo alguien que no sabe prácticamente ni cuidar de sí mismo va a cuidar de una criatura tan pequeña e indefensa (cuatro años después ya no era precisamente pequeña, aunque probablemente sí indefensa, por lo menos ante las garrapatas). Esa incertidumbre se traduce nada más tocarlo, cuando le rompo una uña. Pienso… “amigo, no sabes dónde te has metido”. Pasó el tiempo y dormir a base de ruidos nocturnos se convirtió en una costumbre. Lo que al principio molestaba se fue transformando en algo agradable. Siempre he pensado que tener encerrado en una jaula a un ser que por naturaleza necesita correr y desarrollar sus instintos es algo un poco inhumano. Pero llegaba su hora de comer y mordía los barrotes de esa jaula (que para él era su hogar; sí, su hogar) como si le fuese la vida en ello. A medida que pasaban los días ya no se escapaba de la jaula, ni subía las escaleras para después tener miedo de bajarlas, ni se metía debajo de la cama, ni subía a ella. Comenzó una vida fascinante: la de dejar pasar los días, sin más. “¡Vaya conejo más vago, nunca sale ya!”. Lo que ninguno sabíamos es que bajo esa mirada de paz y tranquilidad se escondía un sufrimiento que nadie supo adivinar. No sé si hice lo correcto mientras vivías. Tampoco sé si lo hice hace dos días decidiendo sobre tu vida. Ni siquiera sé si hago lo correcto escribiéndote esto. Sólo sé que cuando me despedí de ti la primera canción que escuché, sin yo ponerla, fue Still loving you (y para colmo soy escorpio). No hace falta decirte que te echo de menos y que siempre voy a abrir tu habitación (sí, tenías una habitación para ti sólo y encima sin pagar alquiler) pensando que estarás ahí tirado sin que nada te altere.

Te quiero.

Julio

miércoles, 27 de mayo de 2015

Te miro...

...por primera vez a los ojos. Y ya no queda negro en la nube. Ha descargado progresivamente hasta desinflarse como un globo. ¡Qué alegría! Porque esto ya empezaba a ser insufrible. Aún quedan hojas que despejar en el camino, ¿pero qué más da si confío en el sendero? "Era odio, sin más". O más bien impotencia de que las piezas no encajen en el rompecabezas que nos montamos en nuestro propio universo. ¿Por qué sacarle sentido a todo? Me atrevería a decir que nadie va a leer esto. ¿Y qué? Si las líneas ya se leen solas. Aquel que no esperó más de lo que podía ofrecer vivió feliz el resto de sus días. ¿Tiene usted miedo a la muerte? Es absurdo, no se va a librar de ella. La mejor reflexión que se puede hacer sobre la soberbia es esperar a que los motivos que te han llevado a escribir sobre ella se vayan disipando. Aunque qué cierto es que en este lugar poca luz puede entrar ya. Está podrido de palabras motivadas por algo, por eso carece de belleza. Palabras que no salen del corazón (o por lo menos no salían), sino de lo más profundo del estomago. Borrarlas es hipócrita y hasta inútil. Como pretender borrar con goma lo escrito con rotulador permanente. 

viernes, 9 de enero de 2015

Mírale...



...para lo que ha quedado.

(Próximamente una pequeña reflexión sobre la soberbia en "7")

lunes, 28 de julio de 2014

Lo que pudo ser (y no fue porque un chino la cagó)

- ¿Pero no te das cuenta? ¡Están matando niños! Es un conflicto que lleva toda la vida y se están cargando el mundo.

- Mira, si Estados Unidos se ha puesto de lado de Israel desde el principio por algo será. Sí, por el petróleo, el dinero, porque el mundo está controlado por judíos y la mayoría están en América, blábláblá… por lo que sea, pero me fio más de un país que lleva siglos de democracia a…

- ¡Pero y qué tiene que ver eso con lo que están haciendo con los palestinos! Tú dirás lo que quieras, pero es la venganza de los judíos. Hitler los masacró y ahora se están tomando la revancha con el mundo entero. Dominan las armas, el dinero… ¡todo! Tú sigue de lado de los yanquis…

- Claro, es mejor ir con la palestina atada al cuello, en plan progre y sin saber a quién coño defiendes realmente. Como gane Palestina ya verás…

En el fondo me da pena. Israel es el típico chaval que vive en su nube. Israel… vaya nombre, no me jodas. Llamarse igual que un país que está masacrando miles de palestinos sin ningún motivo. Y lo peor es que el muy gilipollas se alegra. “Se lo merecen por moros, se lo merecen por moros, se lo merecen por moros…”. Todas las veces que surge la conversación del conflicto palestino salta con lo mismo. ¡Valiente subnormal! Siempre acabamos discutiendo y le entran ataques de risa. Le debe poner cachondo verme mosqueado. No se reiría tanto si supiese que me estoy tirando a su novia. En realidad nunca la he tocado un pelo, aunque ganas no me faltan. Sobre todo cuando aparece por el videoclub de mi viejo pidiendo guerra. Todos los martes y jueves por la tarde me toca pringar porque mi padre tiene clases de inglés. Más de una vez me he preguntado para qué coño quiere aprender inglés con casi 60 años. En fin, el verá. El caso es que siempre que estoy currando allí casualmente aparece ella a primera hora de la tarde. “Qué pasa Pintxo, ponte un pincho ¿no?”, me suelta cada vez que se pasa por el videoclub. Se ríe porque dice que parezco un camarero amargado y aburrido sin clientes. Y encima hace el jueguecito de palabras con mi nombre. Yo sí que te ponía un buen pincho, me dan ganas de decirla. Pero paso porque es la novia de Israel, mi colega de toda la vida. Aunque no me extrañaría nada que hasta el panadero del barrio, un pobre viejo con Parkinson que tarda media hora en darte una barra de pan, se la haya tirado. Cumple los tres requisitos de una zorra de manual: vestir como una zorra, comportarse como una zorra y follar como una zorra. O al menos eso dice Israel respecto a lo último. Es un poco bolas, ya he dicho que vive en su nube, pero en eso creo que no miente.
“Te aburres, eh Clau”, es lo que siempre contesto cada vez que llega al videoclub con sus coñitas. Otra cosa igual, no sé por qué todo el mundo la llama Clau si no se llama Claudia. Mil veces he visto su DNI cada vez que nos metemos coca o cuando me enseña su foto con ojeras y pone claramente MARÍA DEL MAR ESPINOSA ARIZALETA. Así que ya me dirás tú de dónde se lo ha sacado. Lo único que tiene coherencia de ella es su segundo apellido. Su madre es vasca de pura raza, más bruta que un arado y con bastante mala leche. Pero buena gente, eso sí. Ya tiene que serlo para no habérsela cargado con alguno de sus amigos etarras.

- ¡Hello, Pintxo! Lets go to dinner. ¡Hello Israel! ¿How are you? Habéis visto cómo me domino ya en inglés, eh chavales. Vamos a cerrar esto por hoy ya que aquí no va a venir nadie más. A ver qué ha hecho tu madre de cena hoy.

El padre de Pinxto, menudo personaje. Nos da unas tabarras cada vez que llega de clases de inglés. Llevará algo más de tres meses y no pasa del “hello” y cuatro cosas más. Para mi tiene una pluma impresionante, pero es un tema tabú para Pinxto. Con todo lo progre que se cree no aguanta la idea de que su viejo pueda ser maricón. Siempre suelo visitar a Pinxto antes de que cierre el videoclub. Cuando su padre decide subirse directamente a casa nos vamos a tomar una cerveza por ahí para que el chaval de desahogue del curro. No es que esté picando en una mina, pero debe ser un coñazo estar de cuatro de la tarde a nueve de la noche esperando a que entre algún cliente. La última peli que alquilé fue Acción Mutante, una rara española que va de unos terroristas medio subnormales que secuestran a la hija de un ricachón. No me mola mucho el cine español, pero me siento mejor si contribuyo a que el negocio de mi colega no se vaya a pique. Me da a mí que mucho no va a tardar en quebrar, aunque creo que no sucederá hasta que inventen un sitio en donde poder conseguir esas pelis gratis. Aunque mucho peor sería si inventasen algo que hiciese que el padre de Pintxo le pudiese localizar al instante cada vez que cierra el videoclub y no saben de él hasta el día siguiente. Algo así como los teléfonos que hay en las casas pero que pudiésemos llevarlos encima. En fin, paranoias mías. Pensándolo bien, Pinxto no está tan jodido. Mi chica tiene que tragarse todas las tardes sermones interminables sobre derecho romano, civil y su puta madre. Casi nunca nos podemos vernos  entre semana porque ella tiene turno de tarde en la universidad, igual que yo, pero por las mañanas está en casa de una anciana cuidándola. Y encima, al contrario que yo, jamás hace pellas. Siempre me dice “Isra, no me pases a buscar porque según salga de la uni me voy a casa que tengo mucho que estudiar”. Así que me quedo todas las tardes jugando al mus en la cafetería de la facultad hasta que me canso y me piro. Al menos Clau se está labrando un futuro, pero yo no sé muy bien hasta dónde me va a llevar esto de estudiar filosofía. Bueno, sí lo sé. A morirme de hambre y con suerte encontrar algún colegio para dar clase a niñatos que pasan de todo. Claro que a mí no me vengan con tonterías de permitirles todo. Al primero que se haga el listo le hecho de clase y le cateo la asignatura. Cada vez me arrepiento más de haberme metido en esta facultad de porretas. Todo el día escuchando a sabios que apoyan al Partido Comunista, al PSOE y a toda esta banda que no sé muy bien a dónde nos están llevando. A Pintxo le gustan mucho, pero eso es porque no ha pisado una universidad en la vida. Aunque mejor. Por mucho que se queje tiene un negocio familiar en el que curra dos veces a la semana cada vez que el viejo se va a que le pongan el culo fino por ahí. Le da para pagar sus copas, sus pastis y sus historias. En el fondo le envidio.

- ¡Manolito! ¿Hoy no se curra o qué?

- ¡Mírale, pero si es el palestino! Menudo corte de pelo te has hecho. Tú sigue así, que te va a dejar la novia.

Me llama palestino porque sabe que soy todo lo contrario y así me toca un poco la moral. Además, como me llamo Israel pues hace la gracia y se siente original. De todos modos nunca he tenido un problema con él. Si esa tarde que me le encontré en el metro alguien me dice que iba a cambiarme la vida nunca lo hubiese creído. Manolito era el tío más solitario y más friki que había conocido en mi vida. Tenía 31 años, bueno, tiene, si es que aún sigue vivo. Pero era listo. Es listo. Le conocí cuando me metí a judo, ya hace tiempo. Tendría yo dieciséis años. Lo primero que me pregunté cuando le vi es ¿qué coño hace un tipo que nos saca diez años a todos apuntado en actividades extraescolares de un instituto de Usera? De hecho, ni siquiera vivía en Usera como el año pasado comprobé. Me le encontré al salir de la uni, igual que el otro día, y me invitó a ir a su casa a tomar una caña. Me pareció raro, pero como es buen chaval fui. Su piso estaba en pleno centro, así que muy mal no se lo monta el Manolito. Después me enteré que curraba en un laboratorio, así que ya me cuadró más que pudiese pagárselo. Debe ser el único químico que tiene trabajo en este puto país. El caso es que me dijo que estaba trabajando en algo muy gordo. Algo que le sacaría de pobre a él, a sus hijos y a los hijos de sus hijos. Como de costumbre, no le hice ni caso. Pero un año después, ahí estábamos los dos en la línea 6 de metro. Llena de gente y a cual más maloliente.

- ¿Qué tal vas con la carrera? ¿Ya habéis avanzado de Platón? Recuerdo que el año pasado estabas asqueado y que no aprendías nada.

- Y sigo asqueado. Si te digo que aprendía más en el instituto que aquí… Pero bueno, pedían un 5 para entrar. ¿Y tú en qué andas?

- Millonario.

- ¿Millonario?

-Sí, millonario.

- ¿Te has hecho millonario? ¿Te ha tocado la lotería?

- ¡Qué va! ¿Te acuerdas en lo que estaba trabajado el año pasado? Pues ya anda en marcha.

Si hubiese sustituido el polvo que le eché a Clau por escuchar con atención a Manolito aquella tarde ahora mismo no estaríamos así. Pero esta vez no caí en el mismo error y le escuché absolutamente todo. Y créeme que es bastante fatigante escuchar a Manolito con la forma tan rara que tiene de hablar. En vez de usar palabras que usamos todos se dedica a emplear otras. En vez de pasta o dinero, dice gallina. En vez de policía, pasma o incluso picoletos dice la bofffffffia (tiene un problema para controlar las babas). Y así un sin fin de manías.  El caso es que de camino al barrio me fui directamente a casa de Pintxo para contarle el pelotazo que íbamos a dar con Manolito. Les pillé cenando. Ahora que lo pienso, la hermana de Pintxo cada vez está más gorda. Debería cuidarse o cuando llegue a la universidad le prohibirán la entrada a la cafetería. También me percaté de que el padre, casualmente, no estaba. Pobrecilla su mujer, tiene una cara de sufridora y de darse poquitas alegrías al cuerpo que me da mucha lástima. Me ofreció cenar pero pasé. Nos dimos una vuelta por el barrio y se lo conté todo. Al día siguiente ya estábamos en casa de Manolito para organizarlo.

- ¡Joder Manolito! Como te pille la policía con todo esto vas al trullo fijo.

- Imposible. Ya han entrado más de una vez y me han tenido que pedir incluso perdón.

- ¿Cuántas pastillas hay aquí?

- Más de cinco mil. Y no he vendido ni la mitad todavía.

- ¡Este tío está loco perdido, Isra! Con más de cinco mil pastillas ya estaba encerrado.

- Pintxo te llamas, ¿no? Deberías tratar con un poco más de respeto a alguien que es el número uno de su promoción en Química, que tiene un máster en Nanofísica y Materiales Avanzados y es Doctor en la universidad.

- ¿Y a mí qué me cuentas?

Le dije a Manolito que nos disculpase un segundo y tuve unas palabras con Pintxo en la cocina. Para alguien que no ha podido ir a la universidad debe ser duro que un químico loco, porque eso es lo que es Manolito, le dejase por los suelos de esa forma. Logré que se calmara y volvimos al asunto. Vimos a Manolito peleándose con un cajón y su llave que no abría. Nos miramos con cara de “qué coño hace este tío”.

- Mirad. Aquí hay más de medio millón de pelas.

- ¿Lo has sacado de las pastillas?

- Por supuesto. No creerás que todo esto lo gano en el laboratorio y dando clases a alumnos de primero de Química, ¿verdad?

- Las pastillas deben pegar que no veas. ¿Qué hacen?

- Nada.

- ¿Nada?

- Nada. Hasta un lacasito, las lentejas esas de chocolate de colorines que han sacado hace poco, colocan más que esto.

- Nos estás vacilando…

- Palestino, he visto un montón de tías que parecen estar en la borrachera de su vida y lo único que toman es malibú con piña.

- También dependerá de la cantidad de malibú que se echen, digo yo.

- Zumito, Palestino. Zumito es lo que beben. Y parece que están al borde del coma etílico.

- No estoy entendiendo nada. Y Creo que Pintxo está igual que yo. Te agradeceríamos que nos explicases dónde está el truco.

- En la mente, señores. La psicología de la gente. Si bebes pensando que te vas a emborrachar al final lo acabas consiguiendo. Con las pastillas pasa exactamente lo mismo. ¿Por qué os creéis que el mercado del LSD va tan bien? Porque se creen que están tomando lo mismo que en Woodstock en el año 1969.

- Y es mentira.

- Tu amigo lo va entendiendo. Esto es el negocio del siglo, palentino. Yo fabrico y vosotros vendéis. Con que vendamos las dos mil pastillas que tengo aquí nos hacemos de oro. Y encima no hay riesgo de que nos pase nada porque, a ojos de la policía, solo soy un loco que tiene cinco mil pastillas de azúcar en su casa.

Ojalá ese tío no hubiese tenido una idea tan brillante. Ahora estaría en el dentista arreglándose los dientes del guantazo que le hubiese soplado. No te vayas a pensar que soy violento. Jamás me he pegado con nadie, pero me sacaba de quicio. Sin embargo, lo vimos claro para forrarnos. Israel para dejar la universidad y vivir la vida, el estúpido de Manolito para ganarse un pequeño sobresueldo y yo para dejar el videoclub y poder vivir sin tener cara de camarero amargado como decía la guarra de Clau. Si queríamos vender todas las pastillas en una noche no quedaba otra que irnos a donde van todos los pastilleros de Madrid. El Estrago era nuestro sitio. Entrar ahí no iba a ser fácil, de hecho si no llega a ser por el Serbio todavía estábamos haciendo cola de la gente que hay por allí. Cuando antes he dicho que no me he pegado en mi vida con nadie reconozco que he mentido. El Serbio fue el primero que me metió una buena tunda al salir del Estrago una noche. Confieso que me encantan las pastillas y por eso la idea de hacerme millonario vendiéndolas es por lo que me metí en todo este embrollo. Hace no mucho salí a tomar el aire porque me estaba agobiando en esa discoteca. Cuando iba a entrar de nuevo el Serbio me dijo que dónde iba sin pagar. Le dije que ya había pagado mi entrada, que no me jodiese. Me pidió la entrada y yo no la tenía. No me había colado, nunca me cuelo en ningún sitio, sino que la habría perdido o la habría tirado. ¡Yo qué sé! El caso es que me encaré con él y me llevó a un callejón bastante oscuro y deshabitado. Me pegó tal paliza que no volví a pasar por allí. Hasta que me enteré que Silvia, una de mis mejores amigas del instituto, estaba saliendo con ese salvaje. Me pidió disculpas e incluso me dejó pasar sin pagar. Amigos para siempre. Y dirás ¿qué pinta el Serbio en todo esto? Simplemente nos dejó pasar a cambio de entrar en el negocio. El Estrago tenía obligación de cachear a todo el mundo antes de entrar en la discoteca. Algo parecido a los aeropuertos, sólo que aquí hacían la vista gorda. Pero una cosa es entrar con pastillas para consumo propio y otra muy distinta que te pillen mil pirulas en los bolsillos. Por muy colega que ya fuese del Serbio, tuve que explicárselo todo. El muy cabrón nos dejó pasar a cambio de sacar tajada. Nos amenazó con matarnos si no cumplíamos el trato, algo que obviamente no ha sucedido hasta entonces. Al entrar, y muy bien sin saber por qué, todos nos veían cara de camellos. Nos pedían pastillas. Nada de cocaína, ni heroína, ni LSD. Simplemente pastillas. Seguramente Manolito se puso a hacer labores de propaganda como un histérico antes de empezar con la venta. No lo sé, pero era la primera vez que tantas personas querían una misma cosa de mí. Empezamos vendiéndolas a un talego cada una, pero después de llevar tres horas dando vueltas entre copa y copa haciendo negocio ya las estábamos vendiendo a tres talegos. Era sorprendente lo receptiva que estaba la gente con nosotros. Incluso dos gogos nos compraron justificando que tenían que bailar toda la noche. Pero la cosa se fue torciendo, hasta el punto de vérnoslas con tres cabezones de gimnasio que nos empezaron a pedir explicaciones

- Están a tres talegos. Si quieres bien y sino ya sabes.

- Este es nuestro sitio. Aquí solo pasamos nosotros.

Esos tíos iban muy en serio. Se les salían las mandíbulas de sus caras y temí que me quitasen toda la pasta que tenía encima. Pensé que no salía del baño, pero una vez más el Serbio me salvó el culo. “Aire”, dijo señalándoles la puerta del baño. Ahora quería toda la pasta que llevara encima. Le dije que ningún problema, que al acabar la noche haríamos cuentas. Después de todo, me había salvado la vida. Lógicamente no me creyó y me obligó darle el dinero en el momento. Se me pasó toda mi vida por delante. En décimas de segundo tenía que decidir si dárselo todo a ese hijo de puta o ingeniármelas para largarme. Claro que si me iba más me valía salir por patas del Estrago. No sé si fue por la adrenalina del momento, los cuatro cubatas que llevaba encima o la raya de coca que me había invitado un chaval de la discoteca, pero antes de que el Serbio pudiese quitármelo todo le había dado una patada en los huevos que me permitió correr como no lo he hecho en mi vida. Me importó una mierda que se me cayesen muchísimas pastillas por el camino. Tenía que encontrar a Isra y salir de ahí. “¡Estás muerto!” escuché que me gritaba el Serbio a lo lejos. Me perdí entre la multitud.

- ¿Te QuEdaN mÁs PaStiSsS tío? ¡ESTO ES UNA LOCURA! MeNudO peDO LLeVamOs.

- No, no. Ya no quedan más. Otro día chavales.

-¡Túúúú! ¡TE LA CHUPO SI ME DAS OTRA DE ESAS!

- Ese de ahí tiene, ¡corre!

-  ¿Quieeen? ¡NO ME TIMEEEES TRONCOoOoO!

- ¡Quita coño! ¡No me agarres que te he dicho que ya no tengo!

- ¡QUE TE JODAN MARICÓÓÓN!

Mira, que el Pintxo no cuente bobadas. Si el plan no funcionó fue porque tuvimos la penosa idea de meter a una tía en el asunto. Acabábamos de entrar a la disco y había un ambiente de la ostia. Entonces nos dividimos para vender más rápido. Yo vendía en la planta de abajo y Pintxo en la de arriba. Entonces, como en todo sitio enorme de pastilleros, las camareras saben lo que se cuece. Incluso ellas mismas se meten. Ese sitio tiene un montón de camareros porque estamos hablando de un aforo que se me va de las manos para decirte cuanta gente entra. Así que decidimos invitar a una camarera que, aparte de estar buena que te cagas, nos habló de la zona vip. Allí estaban todos los ricos de la zona. En la zona vip nadie bebía en vasos de plástico ni de tubo. Allí todo eran copas de balón, el típico gordo con cinco tías buenísimas a su alrededor y los niños de papá haciendo el idiota. Yo no soy ningún tirado. He podido estudiar, vivo en un piso de Usera pero no me falta de nada y mis padres ganan lo suficiente como para que no tenga que meterme a trabajar en un camión, pero lo que había ahí no era normal. Gente con relojes de oro, buena ropa y todos treintañeros, de la edad de Manolito más o menos. Me hinché a vender pastillas, gracias a que la camarera, ya no recuerdo si se llamaba Verónica o Begoña, me fue presentando a cada uno de aquellos forrados. Lo que Pintxo no sabe es que la camarera traficaba con los tres rumanos que le pusieron los huevos de corbata. Por eso me llevó a la zona vip. Al fin y al cabo, era mejor tenerme a mi entretenido vendiendo para treinta o cuarenta y que sus amiguitos tuviesen vía libre para vender en el resto de la discoteca.

- ¡Por fin te encuentro! Vámonos de aquí cagando leches que nos van a matar.

- ¡Ya la has cagado! Qué habrás hecho

Entre empujones y codazos salimos de la discoteca. Fue el camino más largo que he hecho en mi vida para salir de un sitio. Y encima con la tensión de que no nos pillaran el Serbio y los tres rumanos. Recuerdo que Pintxo estaba desencajado. Menos mal que estamos en Madrid y las discotecas cierran a las seis. No quiero ni pensar qué hubiese pasado si cerrasen a las tres. Seguramente todo el mundo se estaría yendo, el garito estaría prácticamente vacío y salir de allí habría sido incluso más difícil. Al haber tanta gente sólo éramos dos pastilleros más con prisa por salir a tomar el aire. Si algo bueno tienen las discotecas del centro es que siempre hay taxis cerca de ellas. No tardamos ni cinco segundos en montarnos en el primero que vimos. Llevábamos mucha pasta encima, aunque cuando tu vida depende de montarte en un taxi y pirarte lo más lejos de allí el dinero es lo de menos. Sin un duro también nos habríamos montado y luego largado sin pagar.  

- Hola amigo. ¿A dónde?

- Lejos tronco, muy lejos. Tú dale caña que ya te vamos diciendo.

- No entendler. ¿A dónde amigo?

Que te toque un taxista chino caído de un guindo, que no se sabe las calles de Madrid y que te lleva a dos por hora no tiene ni punto de comparación a que te pille un control de policía antes de salir a la autopista y que ese chino caído de un guindo sea un taxista ilegal, sin permiso de conducción y que se dedica a dar vueltas a los clientes para sacarles el mayor dinero posible. Para colmo, nosotros traíamos mala pinta y estábamos cargados de pastillas. Pastillas sin droga, sí, pero pastillas a simple vista. Como era de esperar, nos hicieron bajar del coche a los tres. No hace falta que te cuente lo siguiente porque tú mismo lo viviste.

- ¿Lee Yung-Park?

- ¡Plesente! Dígame amigo.

- Puedes irte. Tu mujer ha pagado la fianza.

- Glasias, glasias.
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Llevamos una semana entre rejas y ni Dios ha aparecido por aquí. Bueno, nuestros padres sí. Pero me refiero a gente que nos pueda sacar de este cuchitril. Lo que aún no entendemos ni Pintxo ni yo es cómo es posible que no teniendo absolutamente nada de droga esas pastillas nos sigan reteniendo aquí. Clau tampoco ha venido a visitarme. Pobrecilla, estará muy liada con los exámenes. ¿Y Manolito? Qué tío más listo, forrándose a base de hacer pastillas que no colocan. Desde luego que la gente se cree cualquier cosa. 


FIN