jueves, 30 de diciembre de 2010

Sonríe (2)

- Verás, no hay nada mas fingido que alguien que desea sonreír y sabe que va a hacerlo. Imagínate esta situación: alguien que va al cine a ver una comedia va porque tiene la intención de reírse y pasar un buen rato ¿no?

- Supongo que sí. Pero es lo normal… si alguien va a ver una comedia es porque tiene ganas de reírse.

- Por tanto ahí tienes la respuesta. Sonríes porque te apetece sonreír, pero no porque tu sonrisa sea pura.

- Pero siempre las sonrisas vienen provocadas por algo. ¡Uno no puede sonreír porque sí!

- Precisamente la sonrisa que sale sin motivo alguno es la única verdadera. No viene determinada por nada, simplemente es innata y siempre está ahí.

- Nadie sonríe sin motivo alguno. Siempre hay algo que lo provoca. Tú me cuentas un chiste y si me hace gracia me río. También puedo fingir que no me hace gracia y reírme, pero aún así ambas sonrisas estarían motivadas por algo.

- ¿Y si no te cuento ningún chiste? ¿Y si no hago nada gracioso para motivar tu sonrisa?

- ¡Entonces no sonreiría!

- Por lo que volvemos a lo que decía antes. Eres un infeliz

- Quizás tu felicidad sea fingida y no te has dado cuenta.

- Querido, me temo que eso no es posible.

CONTINUARÁ…

miércoles, 29 de diciembre de 2010

Sonríe (1)

- ¿Y tú eres siempre tan risueña?

- ¡Pues claro!

- ¿Y cuál es tu secreto?

- No hay secreto. Es innato en mí.

- Eso no tiene sentido…

- ¿Por qué?

- Porque para sonreír hay que tener motivos… y no creo que los tengas siempre ¿no?

- No tiene que ser siempre así. Esa visión de la sonrisa la tiene la mayoría de la gente y así va el mundo.

- Explícate.

- Digamos que la gente solo se plantea sonreír en ocasiones señaladas, es decir, cuando tienen que hacerlo. Entonces todo eso lleva a que la sonrisa o la propia risa deja de ser real.

- ¿Y no sería más bien al contrario? Sonreír con motivo alguno implica una sonrisa verdadera.

- Querido, tienes la misma percepción de la sonrisa que todos los infelices.

- ¡Yo no soy un infeliz! Como sabes que he tumbado tu argumento ahora te inventas eso, pero no es cierto.

- Para nada. Te diré, aunque te duela saberlo, que no me has tumbado mi argumento. ¿Tú opinas que para sonreír hay que tener algún motivo aparente no?

- Sí

- Pues entonces tu sonrisa está siendo inconscientemente forzada.

- ¿Y eso por qué?

CONTINUARÁ…

domingo, 21 de noviembre de 2010

Ni perdón ni olvido

La venganza es el lado más oscuro y a la vez innato que todo ser humano tiene. Sería de necios creer a todos aquellos que van predicando con el ejemplo de poner la otra mejilla. Esos que tan buena cara ponen siempre y que están abiertos a todo tipo de entendimiento son los primeros que a la mínima no cumplen con lo predicado. Por tanto, seamos sinceros de una vez y admitamos que la venganza es uno de los pocos placeres que el ser humano ha inventado para ocultar o intentar remediar sus miserias. Pero puesto que la venganza es un placer, también es limitado. Todo placer es momentáneo y cuando acaba tan solo queda el recuerdo, que en este caso es el rencor.

Tenía razón Borges cuando dijo que el olvido es la única venganza y el único perdón. Desde el punto de vista del rencoroso, esta frase es tan inexistente como la presencia de un gato en una perrera. El rencoroso no concibe la idea del olvido y por eso tiene que justificarse en la venganza para reposar toda su mísera existencia. Es más patético aquel que no olvida que aquel que necesita ser olvidado.

Claro está que olvidar es imposible. No por rencores ni por odios, sino por el simple hecho de que tenemos cerebro y eso nos hace recordar. Esta capacidad de recordar nos transporta a un martirio constante que tenemos que justificar con el rencor. Me atrevería a decir que el rencor es peor que la venganza. Al fin y al cabo, la venganza tan solo es la culminación de todo el odio acumulado por una situación determinada y que tiene que salir por algún sitio porque sino explota. Metafóricamente hablando, la venganza es el adulterio del rencor. Sin entrar a hablar de infidelidades porque no es el tema a tratar hoy, el hecho de que alguien ponga los cuernos a su pareja es generalmente la culminación de un montón de rencores.

No es nada malo, simplemente es parte del ser. Lo que no podemos hacer es ver lo blanco negro y engañarnos pensando que tenemos la capacidad de perdonar. Nadie, absolutamente nadie tiene el don de perdonar. Acabo de terminar con uno de los pilares básicos del cristianismo, perdonar y ser perdonado. La propia religión es la primera que lleva siglos engañándose sobre el perdón. No se puede perdonar por el simple hecho de que no se puede olvidar. Solo un amnésico tendría la capacidad de perdón verdadero. Se empieza a perdonar cuando se termina de olvidar.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Typical Spanish

(Antes de nada, esta entrada del blog ha sido publicada hoy en una pagina web de la que soy colaborador, www.elpatibulo.es. Será la primera y última vez que publique algo en este blog que también haya publicado en la otra web)

Señores, bienvenidos a España. Ese país que tanto destaca por su sol, su buena comida, sus guapas mujeres y por su amplio grado de paletismo. ¿Paletismo? Sí, eso he dicho. Somos los líderes indiscutibles del cachondeo y la juerga, y parece que eso nos mantiene felices. Un país en donde la única ley que se cumple al cien por cien es la del mínimo esfuerzo. Tenemos un nivel cultural tan elevado que contemplamos el toreo como una magnifica obra de arte. Aunque dicho sea de paso, también somos muy sensibles, ya que nos quedamos anonadados cada vez que hay una cornada. Claro, es que ponerse delante de un toro no solo es un arte sino un completo acto de cordura. ¡Faltaría mas!

Pero ante todo, tenemos claro quienes son nuestros líderes. Mientras Zapatero y Rajoy parecen no ponerse de acuerdo ni en que la leche es blanca, Belén Esteban escala posiciones en su carrera hacia la Moncloa. No solo conseguiría cinco escaños en el congreso (cuatro más que Rosa Díez en las últimas elecciones generales) sino que ya le hacen su propio Tengo una pregunta para usted. Quién sabe, a lo mejor esta mujer tiene la solución para salir de la crisis económica y no la estamos tomando en serio.

Todo esto me lleva a pensar que desgraciadamente el paletismo ha dado un golpe de estado en nuestras calles. Hemos llegado un momento en que, por lo menos, merece una reflexión ver que somos un país que solo ejercita el patriotismo sincero cuando juega la Selección.

Definitivamente, y en esto creo que todos coincidimos, España es diferente. Todavía no se si eso es bueno o malo.
¿Y todo este sarcasmo? No es sarcasmo, es la realidad. Además ¿quién habló de sarcasmo en esta web?

sábado, 16 de octubre de 2010

No puedes escapar

Por lo general, las personas nos creemos libres. Quitando algunas excepciones de gente que, desgraciadamente, vive en represión por el Estado, sectas de cualquier tipo u otras circunstancias, nos podemos considerar libres. Nos creemos “supermanes” de las situaciones; podemos salir de cualquier conflicto ya que para eso tenemos la capacidad de comunicarnos y eso nos ayuda bastante.

Nadie puede obligarnos a hacer nada que no queramos. Podemos evitar todo aquello que nos cause molestia. Por poner un ejemplo absurdo, si no me gustan las acelgas las ignoro y no me las como. Por tanto, somos libres. Así que desde aquí le doy un aplauso a todos aquellos que se lo creen.

Pues bien, lamento decir que solo somos libres de ojos para afuera. Somos libres de todo menos de nosotros mismos. Esto es debido a que tenemos conciencia. Nadie puede escapar de ella. Es peor que una novia posesiva o un acosador. Siempre está ahí y es imposible hacerla desaparecer.

Lo peor de todo es que la conciencia es un enemigo que siempre tiene la razón. Aquel que intente quitársela tiene un problema muy serio. Estará hora tras hora intentando autoconvencerse de lo contrario que le dicta su conciencia y acabará mal, lógicamente.

Queda demostrado que la conciencia es la niña mimada de cada uno. Así que a todos los que intenten ir en contra de su conciencia les recomiendo que no lo hagan, porque por mucho que prolonguen su agonía al final siempre se sale con la suya.

jueves, 30 de septiembre de 2010

La firma (7)

Anduvieron largo camino hasta que se fueron adentrando en un pequeño pueblo. Gabriel pensó que debía tratarse del pueblo de ella porque no había mucha más población en esa zona. A medida que iban acercándose al pueblo a Gabriel se le hacía todo mucho más familiar. Siguieron andando hasta que llegaron definitivamente.

- ¿Supongo que vives por aquí no?
- Sí, más o menos. En ese bloque de pisos de allí.
- Vale pues te acompaño que nunca se sabe la gentuza que puede haber por las calles.
- Pareces mis guardaespaldas… pero bueno, ya que has venido hasta aquí tampoco te vas a ir. Vente a casa y te invito a un café, aunque ya con la hora que es mejor cenamos algo.
- Bueno, no se si será lo mejor.
- Tu cita supongo… sinceramente no creo que llegues ya, son mas de las doce.
- ¿Así que ya es viernes?
- Sí, se podría decir que sí.

La chica abrió el portal y empezaron a subir las escaleras. Para ser un bloque de pisos de un pueblo tenía muchas plantas. Parecía que la chica vivía en el piso más alto. Mientras subían las escaleras Gabriel notaba algo raro. Se fijaba en todos los detalles sorprendidamente. Llegaron por fin al piso y la chica abrió la puerta. Estaba todo muy oscuro a pesar de que la chica lo primero que hizo fue dar la luz al entrar. La chica llevó a Gabriel a su habitación y este sabía lo que ocurriría si entraba ahí. A pesar de todo, no dudo en absoluto y fue con ella. Comenzaron a besarse y a quitarse la ropa. De repente, el rostro de Gabriel emblanqueció.

- ¡Un momento!
- ¿Qué ocurre?
- Yo ya he estado aquí.
- Eso no tiene sentido… tú nunca has estado en mi casa porque nos hemos conocido hoy. Y mucho menos en mi habitación…
- ¡Te digo que ya he estado aquí, y hace poco!
- Mira estas un poco nervioso, voy a ir a por un par de copas para relajarnos.

La chica fue a por las copas mientras Gabriel contemplaba la habitación con incredulidad. De pronto, sonó el teléfono. Sabía que era de mala educación contestar a las llamadas de otro, pero en ese momento sintió que debía hacerlo.

- ¿Quién es?
- Hola, le llamo de la clínica de desintoxicación. Es sobre su hermano, verá tengo que comunicarle que…

Gabriel colgó inmediatamente. Vio llegar a la chica con las dos copas y una sonrisa de oreja a oreja.

- No sabía que tenías un hermano desintoxicándose.
- ¿Pero qué dices? Yo no tengo ningún hermano desintoxicándose. De echo, no tengo hermanos.

__________________________________________________________
UNA SEMANA DESPUÉS:

- No somos nada…
- Ya, es muy triste. Vivimos para morir. Que injusticia…
- Parecía un buen tipo
- Yo también lo pienso. Era mi hermano… siempre fuimos muy distintos, pero era sangre de mi sangre. Y ahora ya no está…
- Bueno, creo que me voy a ir ya. Me esperan unos clientes.
- ¡Espera! No nos hemos presentado… soy Willy
- Encantada Willy, nos veremos pronto.

FIN

miércoles, 29 de septiembre de 2010

La firma (6)

- Bueno, ¿dónde te llevo?
- Siguiendo recto están las paradas de autobuses. Déjame por allí.
- ¡No mujer, ya te acerco a casa!
- ¡Pero qué dices! Vivo demasiado lejos.
- Da igual, te acerco de todos modos. ¿A cuanto estamos más o menos?
- A más de tres horas…
- ¡Más de tres horas! Estabas haciendo turismo por lo que veo…
- Ya te dije que vivía lejos. Venga déjalo, déjame donde los autobuses y ya me las arreglaré.
- Bueno, no importa, ponemos un poco de música y todo será más llevadero.
- ¿Seguro?
- Sí, sí. No te preocupes, además todavía tengo tiempo.
- ¿Has quedado?
- Sí, pero me sobran un par de horas. Así que no te preocupes.

Hablaron de todo durante el camino. Parecían conocerse de toda la vida, como si fuesen amigos desde la infancia. Música, cine, lectura, religión, política y hasta de sexo hablaron.
Y cuando todo parecía ir sobre ruedas, una de ellas pinchó. Gabriel bajó rápidamente del coche y al ver que la rueda estaba completamente destrozada comenzó a desesperarse.

- ¡Qué desastre, ha pinchado!
- Madre mía, esta completamente destrozada… y por aquí no creo que pase la grúa.
- ¿A cuánto estamos andando?
- Pues así a ojo, a un par de horas yendo a paso ligero.
- No puede ser… ya si que no llego a la cita. Mira que me dijeron que fuese puntual.
- ¿Pero dónde habías quedado?
- Da igual, vamos rápido que no está la cosa como para perder el tiempo.

CONTINUARÁ…

martes, 28 de septiembre de 2010

La firma (5)

La carretera estaba más despejada que nunca, parecía como si todos los coches se hubiesen retirado de la circulación para dejarle a él solo. Gabriel no dejaba de pensar en la gran cita. Ya quedaba poco y eso en parte le tranquilizaba. Sabía que no tenía nada que perder y eso le ayudaba.
Se adentró en una carretera desconocida para él. Estaba anocheciendo y cada vez le resultaba más extraño el lugar. De repente observó una mujer que reclamaba su atención. Parecía joven y dada su escasa vestimenta, Gabriel pensó que debía tratarse de una prostituta por lo que en un principio decidió evitarla. Sin embargo, rectificó y decidió ir hacia ella para ver qué pasaba.

- ¿Qué te pasa?
- Me han dejado tirada. ¿Puedes ayudarme?
- Sube anda…
- Muchas gracias.
- Bueno ¿y cómo ha sido?
- El imbecil de mi novio… hemos discutido y me ha echado del coche.
- Vaya tela…
- ¡Es que no entiende nada! Estoy harta de que me trate siempre mal y de que solo piense en él. ¡No valora nada!
- Te entiendo.
- ¿Alguna vez te ha pasado?
- Demasiadas… pero más bien era yo el que no entendía nada.
- ¿En serio? No te creo., pareces un buen tipo.
- Digamos que he empezado a serlo tarde.
- ¡Pero si eres joven! Nunca es tarde, y menos con tu edad. Qué tienes, ¿veintisiete?
- Veintiséis. Pero da igual. Llega un punto en que la edad no importa porque comprendes que de nada sirve cumplir años si tus años están vacíos.
- Por cómo hablas has debido de ser muy malo…

Gabriel la miró sin despistarse del volante. Durante un par de minutos el silencio se apoderó del coche.


CONTINUARÁ…

lunes, 27 de septiembre de 2010

La firma (4)

- ¿Se puede saber dónde has estado? Te hemos esperado un buen rato, pero como no venías pues hemos cenado. El niño ya está durmiendo.
- He estado con mi hermano. Hacía mucho que no nos veíamos y bueno, hemos estado todo este rato juntos.
- ¿Con tu hermano? Pero si nunca os llevasteis bien…
- Está fatal Tengo que ayudarle como sea.
- Que raro… ¿tú ayudando a tu hermano?
- Ya se que nunca le he tenido mucho aprecio, pero es mi hermano.
- Bueno, me alegro de que pienses así por una vez. ¿Te hago algo de cena?
- No, ya me hago yo algo. Ah y no te preocupes, ya recojo yo todo.
- ¡Madre mía Gabriel, quien te ha visto y quien te ve! ¿Tienes fiebre?
- Que no mujer, en serio, no te preocupes de nada. Vete a descansar.

Gabriel la abrazó fuertemente ante la incredulidad de ella. Esta vez, en lugar de dejar todo en la mesa, recogió y fue al sofá a ver la televisión. Estuvo un buen rato, por lo que cuando se dispuso a ir a dormir fue con sigilo ya que Maite dormía desde hacía un par de horas. Durmió abrazado a ella, algo que hacía tiempo que no sucedía.
Gabriel veía cómo se acercaba el viernes y, al contrario de lo que suponía, no estaba nervioso sino más bien lo contrario. Ya faltaba poco, así que decidió coger el coche y dar una vuelta. Sentía unas ganas increíbles de conducir que nunca antes había experimentado. Arrancó con ganas y partió sin rumbo alguno aunque sabía perfectamente que el viernes tenía una cita obligatoria a la que no podía faltar.

CONTINUARÁ…

miércoles, 15 de septiembre de 2010

La firma (3)

- ¡Willy, pero cuanto tiempo! ¿Qué haces aquí? Tienes un aspecto horrible…
- Ya lo sabes tú, me metí en otras cosas. Pero bueno, ahora estoy bien, dentro de unas horas será peor, ya me entiendes…
- Tienes que acabar con esto de una vez… ¿Cuánto llevas así?
- Desde que el viejo me echó de casa. Pero bueno, ¿qué más da? Háblame de ti, ¿qué es de tu vida?
- Pues acabé empresariales y llevo un par de años trabajando. Me va bien, gano un sueldo bastante aceptable y me gusta lo que hago.
- ¿Y Maite?
- Maite en casa, estará preocupada por las horas que son.
- ¡Normal! ¿Se puede saber que haces a estas horas dando vueltas? ¿Y de donde vienes?
- Bueno, las explicaciones ya se las daré a ella ¿no? - dijo Gabriel entre risas.
- Vale, “tranqui” tío, mensaje captado.
- Oye Willy, me voy que Maite estará que echa humo.
- ¿Pero te vas ya? Hace años que no nos vemos Gaby, quédate un rato más y seguimos charlando.
- ¿Sabes qué? ¡Tienes razón! Además voy a pasar la noche contigo, que hace buen tiempo. ¿Dónde está tu casa?
- ¿Mi casa? Ese banco de ahí mismamente…

Gaby y Willy pasaron la noche entera hablando. Amaneció y no habían dormido ni siquiera un solo minuto. Cuando Gaby despertó, vio que Willy no estaba. De repente le vio a lo lejos, andando con dificultad y tembloroso.

- ¿Dónde has ido?
- A dar una vuelta.
- ¿Has ido a pillar, no?
- Pues claro… ya que tú no me das nada tendré que buscarme la vida ¿no?
- Creo va siendo hora de irme.
- ¿Es que me vas a dejar colgado? Ayúdame tío… déjame algo.
- Mira toma esta es la tarjeta de una amiga. Ella es la única que puede ayudarte.
- ¡Sabes de sobra que no necesito esa ayuda!
- Hazme caso Willy. Sálvate tú por lo menos.
- ¿Yo? A ver si el que va a necesitar ayuda eres tu…
- Ojala… pero créeme que no hay ayuda posible para mí. Adiós Willy.
- Bueno, ¿nos veremos pronto no ?
- Me gustaría, pero no lo creo. Adiós.

Empezó a anochecer y Gabriel se fue a casa. Al llegar encontró a Maite sentada en el sofá, llena de preocupación y nerviosismo.

CONTINUARÁ…

jueves, 9 de septiembre de 2010

La firma (2)

Al salir, Gabriel bajó las viejas escaleras y partió hacia su casa. Eran más de las doce de la noche, por tanto ya era lunes. Siempre cogía el mismo atajo para ir a su casa pero esa noche cambió de opinión y se decidió a ir por un camino más largo. Nunca hacía ese recorrido porque el parque por el que tenía que cruzar estaba lleno de drogadictos. Para Gabriel esa gente eran desechos sociales y siempre los miraba con desprecio. Sin embargo, esa noche todo iba a cambiar cuando de pronto uno de los drogadictos del parque se dirigió a él:

- ¡Señorito! ¿Déjame algo, no?
- No tengo nada, te lo juro.
- ¡Venga ya! Pero si solo con el traje que llevas me daría para comer todo el mes.
- Sí, seguro que te lo gastarías en comida…
- Venga, no seas así… si estoy bien ¡solo quiero cenar algo!
- ¡Que te he dicho que no tengo nada!
- ¿Y ese reloj?
- ¡No voy a darte el reloj!
- No, no. ¿Qué de dónde lo has sacado?
- Me lo dio mi padre. Era de mi hermano, pero él se metió en otras cosas y acabo en mi muñeca.
- No puede ser… ¿Eres Gaby?
- ¿Cómo sabes mi nombre?
- ¡Gaby, tío! Soy yo, Willy.

CONTINUARÁ…

miércoles, 1 de septiembre de 2010

La firma (1)

- Entonces… ¿el viernes le viene bien?
- Pues a ver…¿Qué día es hoy?
- Lunes. Bueno no, aún es domingo. Faltan trece minutos para que sea lunes.
- ¡Ah! Entonces todavía no es lunes…
- Tiene usted razón. Pero de aquí al viernes creo que tendrá tiempo de sobra.
- Sí. Pues vale, el viernes entonces.
- Perfecto, pues sin falta nos veremos. Y concretada la fecha, le voy a enseñar el papel que usted tiene que firmar para hacer oficial todo esto.
- ¿Y es estrictamente necesario?
- Sí. Es más que nada por cumplir las normas que nos ponen los de arriba. Ya sabe… tonterías, pero hay que hacer las cosas bien.
- Bueno, si no hay mas remedio…
- Tranquilo, si esto es solo un tema de papeleo para que mi jefe vea que hago bien mi trabajo.
- ¿Y su jefe es siempre tan responsable con las normas?
- No lo sabe usted bien… ¿me firma aquí por favor?
- Ya está. Y ahora, ¿puedo irme?
- Por supuesto, le acompaño a la puerta.
- Muy amable.
- Nunca es tarde para serlo, ya sabe a lo que me refiero.
- Sí, me temo que sí.
- Bueno, pues que pase una buena semana y nos vemos el viernes.
- Muchas gracias, se hará lo que se pueda.
- Y sea puntual, a mi jefe no le gusta que le hagan esperar.
- Descuide, por mucho que quiera retrasarme no va a ser posible… Adiós.

CONTINUARÁ…

jueves, 19 de agosto de 2010

Legalización del vicio

¿Qué es el vicio? Podríamos definirlo como la excesiva afición a algo que a la larga acaba siendo perjudicial para nosotros. Sí, podría servir, pero yo voy más allá: vicio es vida, porque ¿qué sería la vida sin vicios? Sería aburrido vivir día tras día viendo como pasan las horas sin tener ganas de hacer algo en concreto.

El problema no está en tener un vicio o varios sino en ocultarlos e intentar camuflarlos con justificaciones baratas. “Visito frecuentemente los burdeles porque me falta sexo”. Típica frase de alguien para justificar algo injustificable que es que le gustan tanto las mujeres que no es capaz de tener paciencia para poder ligarse (vulgarmente hablando) a una mujer sin tener que pagar. De siempre he dicho que un prostíbulo me parece uno de los sitios mas dignos que hay y por eso me molesta que solamente lo visiten indignos. Porque es absolutamente de indignos avergonzarse y ocultar el vicio de consumir prostitución.

He puesto el ejemplo de la prostitución pero hay muchos más. Sin ir más lejos, la droga es otro vicio que todo aquel que la consume lo oculta porque la sociedad lo ve mal. Seamos serios, si uno es mayor para consumir cocaína y se siente bien consumiéndola ¿qué sentido tiene andar escondiéndose de ella? Una respuesta madura ante la sociedad sería: “disfruto con la cocaína y se que me estoy matando, pero me da igual porque me da placer así que exijo que se legalice”. Yo estoy a favor de la legalización de todas las drogas. No me vale la falacia de unas sí porque no son tan duras y otras no porque matan más rápido. Apoyo la legalización de todas porque así acabaríamos de una vez con el mercado del trapicheo que tantas familias rompe y los narcotraficantes irían al paro. El que quiera drogarse que se drogue, pero siempre en sitios específicos para ello y no en las esquinas de las calles o en los baños de las discotecas. Ya hay demasiada información como para engañarnos de que legalizando llevaríamos a la sociedad al suicidio.

La formula para acabar con los mal llamados vicios de la gente no está en prohibir sino en legalizar con una previa información. Prostitución sí, pero en un local preparado para eso y con una higiene ejemplar, no en la calle detrás de un arbusto. Drogas sí, pero en un lugar especifico para consumir todo tipo de sustancias y que estuviera visible como lo está el supermercado, la farmacia o el banco. Y lo mismo con otras muchas cosas que el ser humano hace a escondidas o mirando de reojo por si acaso alguien mira. Lástima que tener esta visión sea catalogarse en un suicida social. Lamentablemente la sociedad no está preparada para dar este paso. No me gustan los políticos, siempre lo he dicho, pero apoyaría firmemente a aquel que promoviera una sociedad verdadera y no esta tapadera que hay montada en donde lo único que está legalizado es la hipocresía.

jueves, 29 de julio de 2010

¿Cornada a la libertad?

Voy tratar un tema que desde siempre me ha dado igual: los toros. En primer lugar, tengo que decir que no me gustan los toros. Me parece un espectáculo lamentable y que sería capaz de producirme cualquier cosa menos diversión. Pero esto es solo mi opinión y respeto a quienes aman las corridas y disfrutan como un niño en navidad viéndolas.

No me preocupa en absoluto que a un torero se lo lleve por delante un toro. Es más, no me produce ningún tipo de reacción, llámenme insensible pero es así. ¿Pena a lo mejor? Bueno, a nadie le gusta ver sufrir a los demás, quitando a asesinos o psicópatas que parece ser que disfrutan con ello. Pero no, mucha pena no me dan porque es tan lógico como aquel que se pone delante de un tigre y pretende que el tigre no le coma. Por eso no entiendo tampoco el escándalo que se genera cuando un torero sale prácticamente moribundo de una corrida por haber recibido la cornada de un toro. Aunque sí debo reconocer que hay bastantes probabilidades de que Dios exista para ellos porque siempre, afortunadamente, se recuperan.

Se ha generado mucha polémica sobre lo que ha ocurrido en Cataluña con la ilegalización de las corridas taurinas. Tengo que decir que no estoy de acuerdo con esta decisión. ¿Y cómo es posible si a mi no me gustan los toros? Pues porque respeto a quienes sí les gusta. No me gustaría que esto se interpretara como una defensa a los toros. Lo que veo es que cada vez más se solucionan las cosas a golpe de prohibición. Claro, como hay democracia pues con votarlo los políticos parece que vale. Entonces me temo que esto no es una democracia sino una especie de dictadura libertaria con una combinación de fascismo y anarquismo, o lo que es peor, un “viva la Pepa” con ciertas censuras.

Por otro lado, también observo que se está desviando lo que realmente es importante en el tema. Cierto sector de la población no hace más que quejarse sobre que se acaba de romper una cultura española y un arte. ¿Pero qué arte? No confundamos tradición con arte. Yo puedo tener la costumbre de hacer barbacoas todo los sábados con mi familia y a la larga se acaba convirtiendo en tradición familiar, pero nunca será arte. Pues lo mismo pasa con esto, por muy bien que se le de al torero vacilar al toro no será nunca arte sino tradición e incluso profesión. Porque yo no he oído nunca que se diga que un medico tiene arte operando a corazón abierto, y eso esta más cerca de ser arte que lo otro. No confundamos el poder asistir libremente a una corrida de toros, lo cual yo respeto y creo que es un derecho social cómo lo es el futbol o las exposiciones mangas, a escudarnos en el típico discurso catastrofista que siempre hace la misma gente. Seamos serios.

miércoles, 28 de julio de 2010

El precipicio de la felicidad (6)

- Camarero ponga otro whisky al chico -dijo el hombre y rápidamente continuó- Querías a Marta y la tienes. Querías un trabajo fijo y también lo tienes. Eres psicólogo y de los mejores.
-¡Yo no soy psicólogo, soy escritor!
- No hacías más que quejarte de que tus novelas no se vendían y que no te daban suficiente dinero. Pues bien, ahora tienes un trabajo y la mujer que quieres está contigo.
- Entonces, usted ha cambiado todo esto. ¡Usted ha cambiado mi vida y la ha convertido en una pesadilla!
- ¡La he convertido en lo que tú querías, Asier! Te has pasado la vida entera persiguiendo cosas inalcanzables para ti y cuando por fin las tienes no eres capaz de vivir con ellas.
- ¡Yo estaba bien como antes! No necesitaba nada de esto.
- ¿Entonces por qué no eras feliz si tan bien estabas?
- No lo se… quiero recuperar mi vida de una vez. ¿No hay ninguna forma de hacerlo?
- Es tarde para eso ya, estamos en el límite.
- ¿En el límite de qué?
- De lo que puedes aguantar. Solo tienes una solución y sabes perfectamente cual es.
El hombre le indicó con la mirada la botella de whisky que había sobre la barra de la mesa. Asier no dudó ni un instante y comenzó a beber como si de una competición de alcoholismo se tratase. Se la terminó entera y a los pocos segundos comenzó a encontrarse mal. Veía todo nublado y estaba mareado.
- ¿Por qué me hace esto? Dijo Asier con voz de tener ganas de vomitar.
- Antes de que te vayas te diré algo.
- ¿De que me vaya a dónde?
- La felicidad es como un precipicio, de lejos no asusta pero cuando lo tienes delante es cuando verdaderamente comprendes lo peligroso que puede llegar a ser. Adiós, Asier.
Al acabar el hombre de hablar, Asier se desmayó en medio del bar. Poco tiempo después, dormía en su cama con la misma ropa como si alguien le hubiese acostado. Se despertó con el corazón latiendo a gran velocidad y con dificultades para respirar. En su mente todavía estaban las ultimas palabras de aquel extraño hombre, al cual no quería volver a ver. Se fue a la cocina a por un vaso de agua y observó que al lado del grifo tenía un sobre que jamás había visto. Lo abrió y en su interior leyó: “Querido Asier, disculpa las molestias. No quería que esto llegase tan lejos pero no he tenido más remedio que hacerlo. Espero que no volvamos a vernos en mucho tiempo porque cada vez que nos vemos siempre acabamos discutiendo. Termino esta nota recordándote que la felicidad es como un precipicio, de lejos no asusta pero cuando lo tienes delante es cuando verdaderamente comprendes lo peligroso que puede llegar a ser. Recuérdalo siempre. Firmado, tu pensamiento.”

lunes, 26 de julio de 2010

El precipicio de la felicidad (5)


Se despertó con un tremendo dolor de cabeza. Era el típico dolor machacón de resaca, pero era imposible porque no había bebido nada salvo una cerveza. Cuando recuperó un poco la consciencia recordó que ese no era el lugar donde momentos antes se había desmayado. Al parecer debía de haber estado muchas horas inconsciente, porque era de noche. Enfrente de él había un bar que le resultaba familiar. “La felicidad” era el nombre que aparecía en colores a la entrada del bar. Al entrar observó a un montón de mujeres a cual más bella. Lo primero que pensó fue que se había metido en un burdel, pero tampoco tenía mucho sentido porque ya había estado ahí y era un bar corriente. Ya que estaba ahí sin realmente saber por qué, pidió una copa. De repente, nada más beber el primer trago, apareció aquel hombre extraño que horas antes había estado hablando con él en el baño.


- Hola Asier.
- ¿Usted otra vez?


El hombre miraba sonriente a Asier mientras bebía su copa de Whisky.


- ¿Qué bebes? Le preguntó el hombre.
- Whisky…¿por qué lo pregunta?
- ¡Vaya! Por lo menos en eso me haces caso… ¡menos mal!
- ¿Perdón? Mire, no sé a qué juega pero ya me tiene un poco cansado. ¿Qué pretende?
- Yo no pretendo nada, Asier. La cuestión es ¿qué pretendes tú?
- ¡Yo no pretendo nada! Todo era normal hasta ayer… y no se porqué, pero empiezo a tener la sensación de que usted lo sabe.
- No, por Dios- dijo el hombre entre risas.
- !Mire, o me dice qué pasa aquí de una vez o soy capaz de cualquier cosa!
- ¿Cómo se llama este bar, Asier?- Dijo el hombre tras terminarse la copa.
- ¿Y eso a que viene ahora?- El hombre miró fijamente a los ojos de Asier y no parecía dispuesto a articular palabra hasta que su pregunta fuese contestada.
-“La felicidad”, ¡lo sabe perfectamente! “¡La felicidad se llama este sitio!
- Pues bien, estás en la felicidad y mírate, estás amargado. ¿No es esto lo que querías?
- ¿Me está diciendo que esto es ser feliz? Me estoy volviendo loco, nada tiene sentido ¿y me dice que esto es ser feliz?

sábado, 24 de julio de 2010

El precipicio de la felicidad (4)

Asier miró fijamente a Chicho y a continuación ojeó el resto del bar. Se dio cuenta de que todos los que estaban allí no paraban de reírse sin excepción alguna. En un principio, Asier pensó que debía tratarse de una gran casualidad pero al rato reflexionó que no era normal que todas las personas del bar estuviesen riéndose. Se levantó como un resorte de la mesa y fue corriendo al baño. Se lavó la cara unas cuantas veces y cuando terminó se dio cuenta de que detrás de él había un hombre observándole. Tenía el pelo blanco, iba vestido elegantemente y apenas tendría sesenta años.


- ¿Qué mira usted? Le preguntó Asier, que estaba completamente revolucionado. - Tranquilo joven, te veo un poco acelerado. No parece que seas feliz… - ¿Y a qué viene eso? - Parece que Dios da mecheros a quien no fuma- dijo el hombre entre risas. - Mire, no estoy hoy para tonterías, ¡así que déjeme en paz! 

Tras unos segundos de tensión en el ambiente, el hombre continuó tranquilamente hablándole. 


- Nos pasamos la vida queriendo cosas imposibles que no están a nuestro alcance y cuando las tenemos…- El hombre hizo una pausa mientras aprovechaba a lavarse las manos. - ¿Cuando las tenemos, qué?- Preguntó Asier con inquietud y desconcierto. - No estamos preparados. ¿No es irónico, Asier? - ¿Y usted cómo sabe mi nombre? ¿Qué es esto, una broma de cámara oculta? Mire, no se que hago hablando con usted en el baño… esto no tiene sentido, así que será mejor que me vaya. - Como quieras, vete. Pero te aseguro que tiene más sentido de lo que crees. - ¡Usted está loco! - No amigo, no. Sé feliz Asier, no seas tonto. 


Asier estaba tan desquiciado por la situación que salió rápidamente del bar y se olvido de que Chicho seguía en la misma mesa. - ¿Te vas ya?- gritó Chicho desde la mesa viendo como Asier se iba sin contestarle. Asier salió del bar sin rumbo alguno. No entendía nada y cada vez le resultaba todo más extraño. Eran las dos de la tarde y no había comido nada. Mientras caminaba por las calles de Madrid comenzó a sentirse mal. La calle estaba desértica, lo que le agobió aún más. Quería sentarse en un banco para que se le pasase el mareo pero no lo encontraba. Antes de poder encontrar uno, Asier ya se había desmayado.

domingo, 27 de junio de 2010

El precipicio de la felicidad (3)

- ¿Qué haces cotilleando mis cosas? Preguntó Marta recién salida de la ducha. - ¿Tus cosas? Pero si esto es… ¿Te estás quedando conmigo, verdad? - ¿Cómo dices? - replicó Marta - Mira Asier, no se qué te pasa hoy, pero estas muy raro. ¿Por qué no te vas a casa y luego hablamos por teléfono? - ¿A casa? ¡Qué dices Marta! ¡Si esta es mi casa! - ¡Bueno ya está bien! Vale que te quedes a dormir las veces que quieras y que pasemos tiempo juntos aquí, pero tampoco te tomes tantas confianzas. 


Asier miró fijamente a Marta con cara de incredulidad. Estaba completamente desquiciado porque no sabía qué es lo que estaba ocurriendo. La situación se le escapaba de las manos, por lo que salió corriendo de allí.


- ¡Asier! No he querido decir eso… ¡no te pongas así! gritó Marta desde la lejanía. Pero ya era demasiado tarde y antes de que Marta pudiese agarrar su brazo Asier había desapareció. Tal era su prisa que estuvo apunto de caer por las escaleras de lo rápido que iba. Todo parecía una gran broma. Asier no se lo podía creer. Le había echado de su propia casa la que de la noche a la mañana, como por arte de magia, se había convertido en su novia. Y por si fuera poco, sus cientos de papeles en los que plasmaba sus futuras novelas no eran suyos sino de Marta. Desesperado por tener un poco de normalidad llamó a su amigo Chicho, con quien estaba seguro de haberse ido de copas la noche anterior. Quedaron en una cafetería próxima al pub en el que estuvieron. Asier estaba pensativo bebiendo cerveza esperando a que llegase Chicho cuando sintió una palmadita en la espalda.


- ¿Un poco pronto para empezar con la cerveza no? - Menos mal que has venido Chicho, me estoy volviendo loco. - ¿Qué te pasa? ¡No me asustes! - Es que no se cómo explicártelo para que no pienses que estoy chiflado… 


Después de un breve silencio, Asier continuó. 


- Marta me ha echado de casa. - Ah, ¿pero estáis viviendo juntos? Por fin… ¡ya era hora! - No. No lo entiendes. Me ha echado de mi propia casa. - Venga hombre, no será para tanto. Será la típica discusión de pareja. Un par de días de morros y todo solucionado. - A ver si me explico… No es una discusión de pareja porque ni si quiera somos pareja. Además, ¿desde cuándo le gusto yo a Marta? Esto no tiene sentido… - Que yo sepa desde siempre. Siempre andaba detrás de ti pero tú pasabas de ella. - ¿Qué yo qué? Bueno, déjalo… el caso es que además de echarme de mi propia casa también se ha enfadado por mirar la novela que estoy escribiendo. ¡Y encima dice que son sus cosas! Ya me dirás desde cuando le ha interesado a ella la literatura. - Pues desde que es escritora, Asier. - Chicho, no te enteras… ¡el escritor soy yo! -Pues será ahora, que te ha dado por ahí… pero que yo sepa, tú eres psicólogo. ¡Y de los buenos además!

martes, 22 de junio de 2010

El precipicio de la felicidad (2)

Asier se frotó los ojos varios segundos para asegurarse de que estaba despierto y que no estaba soñando, incluso llegó a pellizcarse un par de veces. Sin embargo, al comprobar que efectivamente estaba despierto comenzó a sudar. No podía creer lo que estaba viendo. ¿Cómo era posible que Marta estuviera ahí junto a él? 


 - ¿Te pasa algo cariño?- Le preguntó Marta. - ¿Cariño?-Respondió Asier asombrado - Bueno… ¡perdone usted por el insulto!- Dijo Marta con una mezcla de ironía y desenfado. Asier estaba como en otro planeta. Parecía estar en otra vida, como si fuera un sueño. Pero eso no era posible ya que era consciente de ello. - Perdona, es que me ha sorprendido lo que has dicho del tabaco. ¡Tú no fumas Marta, lo odias!- Respondió él. - ¿Cómo? Que yo sepa, el que había dejado de fumar eras tú. O por lo menos desde ayer- Dijo Marta ante la inquieta mirada de Asier. - ¿Ayer? Pero si ayer estuve con Chicho de juerga y entre los dos nos fumamos un paquete entero. - Asier… -dijo Marta entre risas- ayer no fumaste ni un solo cigarro porque estuvimos aquí viendo una película. Y tampoco saliste a ningún lado con Chicho porque estuvimos toda la noche aquí en casa y luego nos fuimos a la cama. ¡Parece mentira que no te acuerdes! En fin… me voy a dar una ducha. 


Asier no daba crédito a lo que veía y mucho menos a lo que oía. En primer lugar, ¿qué hacía Marta en su casa como si fuese su novia? Y lo más extraño de todo, ¿desde cuándo fumaba ella? Marta odiaba el tabaco, no era lógico que de repente fumase de la noche a la mañana. Todo podría tener explicación en que el alcohol no le dejase recordar nada de la noche anterior, pero eso tampoco era posible porque según Marta no había salido a ningún sitio. Nada parecía tener sentido, por lo que salió de la habitación para despejarse y se dirigió a la mesa donde escribía sus novelas, que por otra parte, nunca salían a la luz.

viernes, 18 de junio de 2010

El precipicio de la felicidad (1)

- En fin, un día más- Esto fue lo último que pensó Asier antes de dormirse tras una larga noche de marcha. En realidad, esas palabras que se dijo a sí mismo resumían muy bien su vida. Tenía 26 años, a punto de cumplir los 27, y prácticamente había pasado de puntillas por la vida. Era un escritor frustrado y obsesionado con las mujeres, aunque en el fondo era un romántico sentimental. Vivía sólo en un pequeño piso en el centro de Madrid, el cual destacaba por el desorden y el fuerte olor a tabaco. Esto era algo que Asier siempre se había echado en cara, ya que soñaba con poder ser una persona organizada y con dejar de fumar. Lo último le traía más quebraderos de cabeza porque Marta, la mujer de la que siempre había estado enamorado, renunció a acostarse con él debido a su olor a tabaco. A pesar de esto y que muchas veces intentó dejarlo, seguía fumando sin parar. 


Asier era una persona independiente y siempre se jactaba de ello. Sin embargo, había muchos momentos del día en los que se sentía sólo y deseaba con todas sus fuerzas sentirse arropado por alguien. Ese alguien no era otra persona que Marta, la cual era muy independiente también pero mucho más fría que él. Asier siempre había soñado con estar con ella y muchas veces lo intentó sin éxito. A pesar de los múltiples rechazos, nunca hubo tensión entre ellos y continuaban siendo amigos, pero eso no era consuelo para. Muchas veces se tumbaba en la cama y, mientras fumaba uno de los muchos cigarros del día, pensaba en cómo sería la vida a su lado.


A diferencia de otras muchas noches, Asier consiguió dormirse al instante. No hicieron falta pastillas para el sueño ni quedarse horas y horas leyendo novelas de William Borroughs porque con la cantidad de alcohol que tenía en el cuerpo era suficiente. A la mañana siguiente, notó que el ambiente del dormitorio estaba menos cargado que otras veces. No recordaba haber abierto las ventanas antes de acostarse, aunque realmente no se acordaba de eso ni de nada. Avanzó entre sabanas hasta la mesilla para coger el paquete de tabaco y fumarse el primer cigarro de la mañana. Al encenderlo, escuchó una voz que le dijo: -¿Ya me estás robando cigarros? Se dio asustado la vuelta y observó a una chica alta, morena, delgada y que estaba desnuda. ¡Era Marta!

miércoles, 9 de junio de 2010

Hamlet creó a Shakespeare

¿Qué es el mundo? Parece una pregunta compleja pero tiene una respuesta racional y lógica. El mundo es la verdad, y la verdad no es lo contrario de la mentira, sino algo mucho más fácil; la verdad es la realidad de las cosas. Sabiendo que el mundo es la verdad, y por tanto la realidad de las cosas, llegamos a la conclusión de que hay poca esperanza para nosotros. Por eso, pensar que este argumento es el válido lo veo muy triste y aún mas deprimente.

Yo propongo otro punto de vista, a lo mejor más irreal y fuera de la realidad pero que me hace pensar que las cosas tienen que tener algo más que lo que acaban demostrando. Muchos pensadores opinan que hay que quedarse con la esencia de las cosas. En parte lo comparto, pero la esencia implica quedarse con la realidad de uno mismo y eso ya me asusta más. Lo explicaré con un ejemplo un tanto absurdo: si a alguien que le gusta mucho el chocolate se come una gran cantidad y acaba vomitando por empacho, la realidad de la situación es que el chocolate le ha sentado mal y que no le ha hecho ningún bien. Ahora bien, si en vez de quedarnos con la realidad del asunto nos quedamos con que esa persona antes del empacho preveía una felicidad comiendo chocolate, entonces habremos conseguido alcanzar un mínimo de felicidad.

Tenemos el gran defecto de que cuando algo nos gusta de primeras intentamos profundizar en ello. Hacemos esto porque creemos que es lo mejor para nosotros pero no pensamos en las consecuencias, y es aquí cuando nos chocamos con la realidad de las cosas, es decir, con la verdad. Tras haber profundizado en eso que tanto nos gustaba la primera vez, nos damos cuenta de que no era tan bueno como creíamos. Es en ese momento cuando nos visita ese amigo viajero que creíamos haber olvidado llamado decepción.

Una vez más, tengo la solución (o eso quiero creer para seguir engañándome). En primer lugar, por mucho que nos guste algo, ya sea una persona del sexo opuesto (o del mismo), un libro, una película, una exposición de caramelos o lo que sea, no intentes amoldar esa realidad a lo que tu creías porque saldrás perdiendo siempre. Conformémonos con lo primero y si hace falta que se quede simplemente en eso. De este modo lograremos adaptar la realidad a lo que queremos. Shakespeare no creó a Hamlet, al contrario. Nosotros no somos parte del mundo, sino que el mundo es parte de nosotros.

jueves, 13 de mayo de 2010

Todos somos el fantasma de la ópera

Las personas no son como creemos que son. Incluso nosotros mismos no somos como creemos ser. Tendemos a vernos como nos gustaría ser, pero no nos vemos como realmente somos. Creamos un espejo ficticio de nosotros mismos que no es más que un retrato bello de lo que nunca fuimos.

Muchas veces nos ha pasado lo típico de conocer a una persona y que nos de una impresión positiva o negativa. Si la primera visión que sacamos de ella es negativa entonces le marcamos con una cruz y ya puede ser la madre Teresa de Calcuta que nadie arreglará lo mal que nos cae. Pero esa mala impresión es hasta buena, porque el problema viene realmente cuando de primeras nos cae bien alguien y con el paso del tiempo nos damos cuenta de que no era tan bueno como creíamos.

De repente pensamos ¡cómo ha cambiado, antes no era así! Temo decirles que están equivocados. Ese pensamiento es solo un consuelo para no afrontar la realidad. Las personas no cambian sino que son. Pueden tener más o menos oculta su verdadera personalidad pero tarde o temprano acaba saliendo. Todos escondemos una voz a la que acabamos haciendo caso. Es inevitable, porque por mucho que tu no quieras escuchar esa voz, ella te sigue hablando cada vez más alto y al final acabas sucumbiendo a sus encantos.

Nunca conoces del todo a las personas. Eso no es malo, sino que es como es. No se puede luchar contra la realidad. Al final, por mucho que creamos que la mentira manda sobre la verdad, la verdad acaba saliendo por algún lado. Todos tenemos un fantasma de la ópera oculto que sacamos a pasear de vez en cuando. Lo que pasa es que muchas veces no nos damos cuenta de que lo tenemos hasta que los demás nos lo descubren. La pregunta importante que usted debería hacerse es: ¿quién quiere ser? Aunque no lo crea, solo usted lo sabe.

lunes, 26 de abril de 2010

Temerarios con miedo

El mundo no se compone de príncipes azules y de bellas damas, sino de príncipes feos y de damas lesbianas (generalmente bellas). Se que esto que acabo de mencionar puede crear cierta confusión pero confío en que nadie se lo tome literalmente. Si alguien todavía piensa que es posible cumplir los cuentos de hadas, que inmediatamente deje de leer esto.

Tenemos la dichosa manía de querer siempre lograr cosas imposibles. Esto se debe a que nos creemos tan sumamente superiores al resto que nos vemos capaces de conquistar todo lo que se nos antoje. Por eso, bien empleado le está al hombre ese tremendo golpe que se da cada cierto tiempo en los morros. El típico refrán de “el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra” no está mal formulado pero creo que le falta algo. Yo lo sustituiría por “el hombre es el único animal que se choca de frente con un muro de hormigón y se siente orgulloso de ello”.

Somos unos suicidas con suerte. Si cada vez que nos damos ese golpe con el muro de hormigón nos viniéramos abajo, estaríamos enterrados en vida. No hay mal que por bien no venga. Las decepciones solo pueden provocar dos fases: obsesión y engaño. La fase de obsesión es la peor de todas puesto que uno se convierte en un paranoico y como ve que no logra lo que quiere se hunde cada vez más. Superada la fase de obsesión llega la fase de engaño, donde la obsesión ha quedado atrás pero la paranoia se extiende. Al ver que con la obsesión no logramos lo que perseguimos tan ansiadamente, nos justificamos a nosotros mismos pensando que ya lo conseguiremos; si no es ahora, será después.

No se todavía si hay alguna fase más, espero que no. El engaño es solo un intento de subida de autoestima y que a veces cura las heridas al 90%. Por eso, al principio de estas líneas, comentaba que no existe el estereotipo de cuento feliz. Si te empeñas en algo es muy probable que lo consigas, pero no se si vale la pena todo lo que acarrea intentar conseguirlo.

Lo único que me consuela de todo esto es que aquellas personas que creen que van a encontrar al príncipe azul se toparán con lo contrario.
El tren solo pasa una vez. Puedes cogerlo o seguir esperando. Sabes que a los tres minutos va a pasar otro, pero siempre te quedará la duda de qué hubiera pasado cogiéndolo. Lo único que te impide cogerlo y esperar al siguiente es el miedo.

lunes, 12 de abril de 2010

Al final sólo queda el recuerdo

El tiempo es algo fundamental en la vida de una persona. No solo porque marque la cantidad de años que vamos a vivir sino porque es una de las pocas cosas que nos pone en nuestro sitio. Cuando hablo de tiempo no me refiero al tiempo como pasado, presente o futuro, sino como a esa maquina que en cualquier momento puede dejar de funcionar.

De hecho, si algo tengo claro es de que el único tiempo verbal que realmente existe es el pasado. Ni el presente ni el futuro pueden medirse. El presente es aquello que te va sucediendo, pero pasa tan sumamente rápido que se convierte en una especie de futuro. Digo especie de futuro porque el futuro tal y cómo lo conocemos sería ahora, y ahora, y ahora, y así podríamos seguir eternamente. Por tanto no existe el futuro como tal. Pero podría llegar el típico listo e intentar desmontar mi argumento con algo tan sencillo y vago como: dentro de veinte años será futuro, por lo que sí existe. Lamento decir que ese pensamiento, además de básico, es muy arriesgado porque uno no maneja su vida y puede que no llegue a vivir dentro de veinte años porque ni si quiera sabemos qué va a ocurrirnos dentro de un segundo. Intuimos que seguiremos viviendo, de hecho, es muy probable que así sea, pero no lo sabemos con total certeza.

Ante todo esto, lo único que existe con certeza es el pasado. Físicamente no, porque está en nuestra memoria, pero sabemos con seguridad que ha existido. Y lo peor de todo es que no es el pasado lo que permanece sino un recuerdo que con el paso del tiempo se va quedando lejano. Es triste pero es así. Sin embargo el recuerdo tiene algo bueno y es que es nuestro cerebro quien lo maneja. Podemos tener el recuerdo de una persona a la que la vida le ha tratado trágicamente pero nosotros quedarnos con lo buena persona que era o lo feliz que nos hacía estar con él. Nuestro cerebro, automáticamente, tiende a borrar lo malo para quedarse con lo bueno.

El recuerdo es la verdadera vida eterna. Ni siquiera el cielo, para los que son religiosos, es comparable con el recuerdo. Lamentablemente, el recuerdo tiene un hermano pequeño revoltoso y travieso que se llama remordimiento. Feo nombre para feo sentimiento. Por eso, mientras vivamos intentemos hacernos la existencia fácil los unos a los otros. No digo placentera o ni siquiera feliz, simplemente fácil.
El remordimiento puede perdonarse con el paso del tiempo, pero la maquina de la vida, que es el verdadero tiempo, nunca perdona.

domingo, 4 de abril de 2010

No quiero despertar

Queda poca gente que se plantee vivir en un sueño. Más bien, en todo caso hay personas que viven en su burbuja al margen de la realidad, pero en el fondo son conscientes de lo que pasa. Ese pasotismo de cierta gente hacia la vida solo puede indicar dos cosas: que realmente sean así y sea imposible sacar nada de ellos, o bien porque se refugian en un pasotismo ficticio para tapar lo vacías que están sus vidas. También es cierto que un buen ejercicio de pasotismo a tiempo es una victoria. Pero no he venido aquí a hablar de pasotismo ni de los tipos de pasotismo que hay porque ya me estoy aburriendo. Mejor hablemos de algo mucho mas falso y creador de ilusiones como son los sueños.

Un sueño, quitando alguna pesadilla rebuscada, es algo bonito. En un sueño uno tiene la ventaja de que nunca sabe lo que le puede pasar. ¿Y eso es bueno? Por supuesto, porque al no saber lo que te deparará el sueño, nunca temes que las cosas salgan mal. Luego hay gente que es capaz de controlar sus propios sueños, aunque yo, personalmente, no conozco a ninguno. Pero alguien que es capaz de controlar su sueño es alguien que de alguna forma hace trampas, porque lo arriesgado de un sueño es que nunca sabes lo que te va a deparar. Obviamente, si queremos tener el sueño perfecto y prolongarlo al máximo, controlarlo nos ayuda a ser más felices. Pero es una felicidad corto a la par que falsa y decepcionante.

Hasta ahora, solo he hablado del sueño como tal y no de las consecuencias que tiene. Quizás lo más trágico de los sueños sea despertar. Hay veces que el sueño nos hace estar en un estado de tanta felicidad que somos incapaces de sentir algo igual en la realidad. Esto provoca al despertar una sensación de frustración inexplicable. Despiertas y te preguntas a ti mismo: ¿Por qué me habré despertado? Esta sensación de frustración se duplica cuando el fin del sueño es debido al sonido del despertador, el teléfono móvil, o cualquier otro ruido que fuerce el despertar.

Esa sensación de impotencia por ser incapaces de retomar el sueño es solo el comienzo de un planteamiento sobre para qué están los sueños. Pues muy fácil, los sueños solo son un regalo que nos hace nuestro cerebro para dejarnos ser felices durante escaso tiempo. Mientras sueñas eres el rey del mundo, nadie te puede ganar y, aunque no seas consciente, dominas la situación. Descubres una sensación de felicidad jamás sentida y cuando despiertas te chocas con ese gran muro de acero que es la realidad. He dicho al empezar que los sueños son falsos y que además crean ilusiones. Aunque siempre me empeñe en lo contrario, el mundo de nunca jamás es una gran farsa y los sueños, lamentablemente, sueños son.

martes, 30 de marzo de 2010

No intentes entenderlo

Una imagen vale más que mil palabras. Siempre se dice eso. En parte es un dicho con mucho sentido porque por muchas palabras mal sonantes o de irritación que uno pueda escribir, se me antoja complicado poder representar la frustración de una persona con letras. Sin embargo, valdría con captar un instante el gesto de su cara para poder descifrar si esa persona está bien o no.

Pero hay momentos en la vida que uno se ve incapaz de interpretar con palabras, letras o imágenes. Es un instante de angustia que suele ser breve. Aunque si breve significa estar toda una noche sin pegar ojo, que venga Dios y lo vea. Pero sí es cierto que es breve, porque si lo comparamos con la cantidad de horas que llevamos durmiendo desde que nacimos, no es breve sino insignificante. Que contradictorio y relativo es todo.

Sería fácil que la explicación a esta inquietud angustiosa fuera el recuerdo, la nostalgia, o la preocupación por algo, pero sería muy vago pensar eso. El recuerdo es simplemente mirar al pasado y encontrarte contigo mismo y la nostalgia es echar algo de menos que a veces hasta carece de importancia. La preocupación ya es más compleja, porque si analizamos la cantidad de preocupaciones absurdas que tiene el ser humano podríamos tirarnos sin dormir días enteros. Por tanto, me veo incapaz de explicar ese sentimiento que muchas veces nos invade y que nos tortura sin parar. Si por mí fuera, lo cogería y lo aplastaría, pero bien es cierto que uno no puede enfrentarse al vacío. Justamente es eso, vacío. Estoy seguro de que está lejos de historias existenciales y de inquietudes personales. Es simplemente un nihilismo personal que se escapa de cualquier tipo de lógica.

Generalmente nos encontramos bien. No seamos negativos por el simple hecho de serlo. El hombre, quitando casos de extremada amargura por situaciones que están justificadas, suele encontrarse bien con el mundo y con él mismo. Alguna que otra vez, puesto que no todos los días van a ser fiesta, se encuentra mal, pero repito, su mal estar está motivado por algo. Pero cuando uno no sabe si está bien o está mal, entonces el problema se agranda. Muchos que tienen este vació del que les hablo, se creen que pueden solucionarlo o encontrarle una explicación cambiando de aires. Muy bien, cambiemos de sitio, pero estoy convencido de que la respuesta al vació no está en convertirse en un nómada terrenal porque al final se cae en el vicio de convertirse en un trotamundos aventurero sentimental que no sabe a donde va. Antes de cerrar tu casa, mira bien dentro de ella no vaya a ser que lo que busques esté ahí.

sábado, 27 de marzo de 2010

Adictos a la dependencia

“Nunca dudes de las cosas que pasan en la oscuridad, que hasta tu sombra te abandona”. Esta frase es de Iosu Expósito, guitarrista del grupo vasco de punk, Eskorbuto. Iosu, al igual que muchos a los que la historia no tiene en su recuerdo, murió a causa de la heroína en 1992. Aunque ha llovido bastante desde entonces y por mucho que vivamos en una eterna quejumbre de que todo está mal, yo me siento orgulloso de que la sociedad actual tenga miedo de jugar a los médicos suicidas.

Volviendo a la frase de Iosu, puede parecer un poco esperpéntico que un adicto a la heroína como él, que nunca salió de Santurce y que siempre pecó de antisistema agresivo, dijera algo tan sabio. No recuerdo como era la sociedad cuando Iosu pronunció esas palabras ya que yo era muy pequeño o seguramente ni habría nacido, pero puedo intuir que no muy distinta a la de ahora. Está claro que según pasa el tiempo nos vamos haciendo más dependientes de nuestro entorno. Somos incapaces de dar un solo paso sin pensar qué pensaran los demás de nosotros. Por muchos esfuerzos que hago aun no he conseguido encontrar a una sola persona que haga las cosas por el simple hecho de que quiere hacerlas y no le importa lo que pienses de él o lo que pueda acarrear su decisión. No se si es por inmadurez social o por simple miedo a la soledad, pero cada vez dependemos más del otro.

Esta dependencia lo que está creando es cada vez más núcleos de personas que necesitan los unos de los otros para poder vivir. No digo que esté mal, porque quién no pregunta continuamente a sus amigos ¿qué hacemos hoy?, ¿cuál es el plan? o los más escuetos ¿hoy qué? El problema está cuando es tal la dependencia de tu gente que eres incapaz de ser tu mismo. Entonces esto lleva a un problema mayor, ya que la dependencia se convierte en vicio, y todos sabemos que los vicios no son buenos. Además, por si fuera poco, esto puede desencadenar en un problema mayor que es la depresión, ya que al depender tanto de un grupo de personas, si estas te fallan entonces tu única salida es recluirte en ti mismo. Pero claro, al ser alguien tan dependiente de los demás, a la hora de crear tu propia independencia emocional te ves ahogado en un vaso de agua.

Iosu Expósito era adicto a la heroína, a montar jaleo y a tocar la guitarra de una forma soez pero brillante (y seguramente a otras muchas cosas que se me escapan), pero no era adicto a depender del otro para poder hacer las cosas. Da igual que le llamen a uno parásito social, porque es preferible ser eso a ser un adicto a la peor droga que hay: la esterilidad personal.

jueves, 18 de marzo de 2010

Preso por la libertad

El día a día de las personas puede resultar en muchos aspectos simple y en el peor de los casos rutinario. Pongamos por caso: uno se levanta, desayuna (en mi caso eso nunca ocurre), se asea y se va a hacer lo que tenga que hacer. Pasa un día mas o menos normal, y cuando termina vuelve a su casa para concluir el día. Ha sido un día más. Ni bien ni mal, simplemente un día como otro cualquiera.

Pues bien, detrás de toda esa obra teatral repetitiva uno cree que lo tiene todo bajo control, pero en realidad se nos escapan muchos detalles que, a mi juicio, no deberían pasar desapercibidos. Creemos ser libres. Sí, en efecto somos libres. Nadie nos tiene atados con cadenas ni prisioneros entre cuatro paredes. En la medida de lo que cabe hacemos lo que queremos. Pero ¿hasta qué punto somos libres? Después de darle muchas vueltas he llegado a la conclusión de que la libertad es un invento social. Es como un chupete para los niños que cuando se lo das se callan y cuando se lo quitan es muy probable que vuelvan a llorar. Que nos ponemos un poco “rebeldes”, nos inyectan en vena una pequeña dosis de libertad para que estemos tranquilos. Si nos excedemos, ya sabemos que habrá unas consecuencias y por tanto nos quitaran esa libertad que tanto deseamos.

Y luego todos esos estudiosos político sociales dirán la famosa frase de “no hay que confundir libertad con libertinaje”. Eso es un engaño. Se es libre o no. Pero poner limites a la libertad es algo ilógico. Esto es como lo de la incoherencia que pide mucha gente de implantar una cadena perpetua pero revisable. Pero ¿esa gente se ha planteado alguna vez la salvajada que están diciendo? A alguien que se le condena de por vida se le condena para que no salga nunca de la cárcel, sino ¿para que se le condena de por vida si va a tener la opción de salir? Ya está bien de cinismo y de demagogia barata.

Dicen que la libertad se aprecia mucho más cuando uno no la tiene. Pues bien, no se que es peor, si no tenerla y echarla en falta o tenerla a medias. Estamos llegando a un punto en que la vida es como un campo. Uno cree no tener fronteras ni barreras y que lo único que le frena es la lluvia o el viento desmesurado. Pues lamentablemente, aunque no las veamos, en el campo también hay puertas.

sábado, 6 de marzo de 2010

Iluso sin ilusión

A veces nos cuesta mucho distinguir entre ilusión e imaginación. Desde mi punto de vista, la ilusión son los sueños que más deseamos y que daríamos lo que fuese por que se cumplieran. Teniendo ilusión es muy fácil saber qué es la imaginación, ya que con solo profundizar un poco en nuestros sueños ya conseguimos imaginar.

Muchas veces creemos estar ilusionados con algo cuando en realidad lo único que estamos es encerrados en nosotros mismos. Tener ilusión no significa estar obsesionado con algo. El problema de todo esto es que al estar tan sumamente concentrado en eso que tanto nos gusta o nos atrae y tener tantas expectativas en ello, nos evadimos del mundo y creamos nuestra propia ficción. Es por esto que el ser humano se lleva tantas decepciones. En el fondo, las decepciones no son mas que un retorno al planeta tierra. Durante el tiempo que nuestra propia realidad nos lo permita, vivimos en un mundo de flores donde el cielo es de colores y nada nos saca de él. Todo esto dura hasta que uno deduce, por lo que sea, que está siendo fruto de una gran broma por parte de su imaginación.

Hay cosas en la vida que son universales y negarlas sería cosa de locos. Al igual que detrás de toda relación sexual (con un mínimo de sentimiento de por medio) se esconde un nerviosismo absurdo, detrás de toda ilusión se esconde una gran decepción. El ser humano se ilusiona y después, cuando ve que dicha ilusión no se ve recompensada, elucubra al máximo con tal de no reconocer que sus sueños han fracasado. Pero si algo bueno tienen los sueños es que no son limitados.

Tener ilusión en algo nos hace estar más vivos. Es como ese niño que espera ansioso la llegada de los reyes magos.
Cuando mis ilusiones se vienen abajo me digo siempre la misma frase: “bueno, después de todo, no se está tan mal en el planeta tierra”. Aunque también planteo, ¿no sería mejor vivir siempre felices en una eterna ilusión? Quién sabe.

jueves, 25 de febrero de 2010

Proxenetas de la dignidad

Cuando hablamos de prostitutas y gigolos, rápidamente se nos viene a la cabeza la imagen de mujeres y hombres que sacan dinero a base de mantener relaciones sexuales con desconocidos. Con el paso del tiempo los clientes pueden convertirse en habituales conocidos y llegando incluso a ser hasta amigos de a quienes están pagando.

Mucha gente piensa que los prostíbulos son lugares degradantes y que no deberían existir. Otros creen que el prostíbulo es el lugar mas digno que hay cuando no se está trabajando, y otros que simplemente es un lugar esporádico de visita cuando no se tiene nada mejor que hacer. Todas las opiniones son respetables, pero el verdadero problema no se encuentra en si está bien o no consumir en el negocio de la prostitución. Aunque yo no pague por los servicios de una prostituta, no soy nadie para criticar a aquellos que sí lo hacen ni soy más digno que ellos.

Lo verdaderamente preocupante del asunto es que el mundo se ha convertido en un prostíbulo. Que existan prostíbulos me parece bien, pero que todos formemos inconscientemente parte de uno me parece, como poco, curioso. Nos hemos convertido sin darnos cuenta en proxenetas de la dignidad. Hemos llegado a un punto en que vendemos tan barata nuestra dignidad que prácticamente la regalamos. Ya no solo traficamos con cuerpos sino que también lo hacemos con sentimientos y principios. Al presentador de la tele que es tan simpático y que nos cae tan bien a todos le da exactamente lo mismo cuantas almas venda al día. Le es indiferente contar a todo el país que cierta chica (famosa, por supuesto, ya que aquí solo vales si sales en la tele) está saliendo con cierto chico (si es famoso, mejor) y después especular sobre el por qué de su relación con el fin de seguir captando audiencia. Al político de turno le importa mas bien poco ayudar a su país. Se dedica a prometer para luego no cumplir nada de lo prometido. Como le han votado, ese político ha conseguido que millones de ciudadanos se conviertan en prostitutas de la dignidad y, a consecuencia, él en un proxeneta más.

Y si alguien, sorprendentemente, ya sabía todo esto, le diré también que el problema no termina ahí, sino que lo peor de todo es que hay cadáveres de por medio. Cadáveres vivientes. Mucha mas gente está muerta en vida. Suena catastrofista pero es así. Creemos tener dignidad, y antes de plantearnos si la tenemos o no, ya la hemos perdido. Por eso, prefiero seguir siendo un indigno social a que la sociedad me quite mi dignidad.

domingo, 21 de febrero de 2010

Mírame a los ojos

El intercambio de palabras entre las personas se ha convertido en un atajo que nos lleva directamente a descubrir cómo es la persona con la que estamos tratando. Sería fácil averiguar cuales son las creencias religiosas de alguien con el simple hecho de sacar en la conversación el escabroso tema del aborto. También resultaría sencillo saber de qué pie cojean (políticamente hablando) con solo hacer un breve comentario sobre algún tema de actualidad política.

Todo esto es la postura cómoda. Sí, aunque creamos que hemos descubierto America con el hecho de haber cruzado cuatro palabras bien dichas, en realidad no tenemos ni la menor idea de con quién tratamos. Sinceramente, no creo que haga falta que dos personas establezcan una conversación para descubrir si se llevan bien o mal, si conectan o no o si están siendo sinceros el uno con el otro. El diálogo sobra. Basta con mirar fijamente a los ojos a alguien para saber por dénde va.

Con entrar en el metro y quedarse en una esquina observando a la gente sacamos muchas cosas en claro. Uno descubre todo tipo de señales, vicios, obsesiones, perversiones, autoconfianza, vergüenzas, negatividad, etc. Los gestos son importantes pero no definen con exactitud cómo es la gente. Alguien que se toca mucho la barbilla o está continuamente moviendo las piernas mientras está sentado simplemente es que tiene un problema de inestabilidad en el tiempo. Es decir, que tiene prisa, está intranquilo o le preocupa algo. Pero no hace falta ser psicólogo para saber todo eso. Yo no lo soy y puedo asegurar que alguien que está constantemente mordiéndose las uñas es porque se encuentra incomodo por algo. También podría ser por manía, pero en ese caso la merienda con su propia mano suele ser breve y menos intensa.

Hace poco he tenido la suerte de encontrarme con una mirada que me ha descolocado por completo. ¿Y eso es una suerte? Pues para mí sí, porque de lo contrario seguiría estancado en mi percepción de la realidad, y por muy fiel que sea a mis principios eso nunca puede ser bueno. Gracias a esa mirada veo el presente menos gris y el futuro menos negro. Por otro lado, cuando he dicho que me ha descolocado también es en el sentido de que hay algo que no me termina de convencer. Estoy inseguro pero confiado a la vez. Ahora mismo soy un valiente con miedo.

Por último, si algún día la persona que esté leyendo esto se cruza conmigo y me ve observándole fijamente a los ojos, no piense que estoy loco (que posiblemente sí) o que me siento atraído por usted (que lo mismo también), sino que solo estoy manteniendo una conversación sincera con usted.

miércoles, 10 de febrero de 2010

¡Que rule la hipocresía!

Lo que para uno está bien, para otro puede resultar la cosa mas horrible del mundo. En cierto modo, la diversidad de opinión sobre ciertos temas está muy bien y más que justificada ya que da pie al pluralismo. Sin embargo la sociedad coincide en ciertos aspectos. No hace falta irse a los diez mandamientos para sacar la conclusión de que matar no está bien. Tampoco está bien insultar, robar, mentir… hay tantas cosas que están mal que ocuparía tanto tiempo y espacio que no merece la pena seguir.

De lo que no oigo hablar nunca es de la hipocresía. Y no será porque falte… Debe ser que hay tanta hipocresía y tanto juego sucio que nadie es capaz de dedicarla un capítulo. Esto ya demuestra la valentía de la sociedad para enfrentarse a la realidad. Es mejor poner buena cara cuando vemos pasar a la típica vecina que nos saluda cordialmente y luego criticarla por la ropa de pordiosera que lleva. Es un ejemplo típico de culebrones latinoamericanos y que aquí en España lo estamos llevando a la vida real con tanto estilo y categoría que nos resulta hasta normal.

Hay un caso de hipocresía que me preocupa profundamente. El partido más disputado y entretenido de la infinita edición del torneo de la comunidad hipócrita entre dos equipos que luchan por ascender: alcohol frente a cannabis. Y es que beber se a convertido en un acto de tal hipocresía que ni siquiera la copa más cargada lo supera. ¿Por qué beber no está tan mal y fumar marihuana es malísimo? Si el que me está leyendo piensa que estoy haciendo una apología del cannabis y que estoy justificando su legalización, directamente le diré que es un hipócrita más. El clásico adolescente se emborracha por primera vez y queda como algo anecdótico. “Vaya pedo se agarró fulanito” diría el típico amigo analfabeto e hipócrita. El mismo caso podría pasar con un chaval que experimenta con la marihuana por primera vez. Sin embargo los comentarios ya no serían los mismos. “Vaya fumada se cogió menganito, está echando su vida a perder porque se va a enganchar”. Claro, el alcohol está legalizado y, lo que es más peligroso, está normalizado. No confundir alcohol con tomarse una copa de vino para comer, sino aquellos que viernes tras viernes beben y no precisamente una copita de vino. Pero claro, como es algo que se hace por rutina ya no es malo… y si algún día te excedes es suficiente con decir que no volverá a pasar mientras recuerdas las tonterías que hacías con tus amigos.

¿Pero que clase de circo absurdo tenemos montado entre todos? Es todo tal farsa y tal espectáculo lamentable que me mofo con todas las letras de esas personas. Todo el mundo merece respeto, sí, ¿pero es que a caso esa gente sabe lo que dicen? Es algo tan contradictorio como aquel que se muestra contrario a las relaciones prematrimoniales y luego sin querer y por arte de magia viola a un niño. Pero eso es otro asunto.

viernes, 5 de febrero de 2010

Mentiroso el que no mienta

La mentira es para el hombre como el agua para los peces, ya que es completamente necesaria para nuestra supervivencia. Si viviéramos en un mundo sin mentiras estoy seguro de que la gran mayoría de nosotros pensaríamos que todo iría mejor. No habría decepciones, falsas promesas, ilusiones destruidas, rupturas matrimoniales, ni problemas en general. Ahora bien, el hombre ha creado un sistema de vida en el cual no puede vivir sin ocultar ciertas cosas. Desde la mentira más pequeña e insignificante como pueda ser la existencia de un anciano con barba blanca, que va en trineo, que viste de rojo y que va yendo de casa en casa por cada rincón del mundo dejando regalos, hasta la mayor farsa que podamos imaginar, el hombre está atado a la mentira.

Y yo le pregunto: ¿usted miente? Muchos me contestarían lo típico de “yo solo miento cuando no me queda más remedio”. Otros simplemente me dirían que no, lo cual no es mas que una contradicción porque con esa contestación ya están mintiendo. Algunos no contestarían y con su silencio lo dirían todo. Yo sí me retrato y lo digo abiertamente: miento como el que más. Soy un mentiroso como todo el mundo. Lo que nunca hago, y en eso sí que soy sincero, es mentirme a mí mismo. Yo podré engañar a todo el que conozco pero por mucho que quiera engañarme a mí mismo no lo consigo.

Muchas veces la mentira no es mas que algo sin importancia que usamos para que nuestra propia autoestima no se venga abajo en ciertos momentos. Se trata de camuflar y modificar nuestra vida con el fin de no sentirnos unos desgraciados. En el momento en que seamos capaces de aceptarnos tal y como somos y de no tener que hacer ese intento absurdo de reflejar algo que no somos habremos dado un paso de gigantes para encontrar la verdad. El problema es que la verdad en sí es aburrida y entonces carece de sentido apreciarla porque para muchos ni siquiera existe.

Sigamos mintiendo. Mentir es la solución. Estoy convencido de que la mentira es el camino hacia la verdad. Quizás después de tanto mentir, uno tenga la necesidad psicológica de contar alguna verdad o por lo menos de no ocultarla. Pero no me hagan caso. Al fin y al cabo, solo soy un hombre más de la tierra y ¿quien les asegura a ustedes que todo esto que les he contando no es mentira?

miércoles, 3 de febrero de 2010

La cordura musical del siglo XX

Muchas son las personas que añoran otros tiempos y que citan esa famosa frase de “tiempos pasados fueron mejores”. Personalmente, pensar esto me parece tener una visión muy vaga del presente. Esta concepción actual de la vida se traslada a ámbitos tan amplios como son el trabajo, la política, la economía, el deporte y el tema que hoy nos concierne que es la música.

Vivimos en un mundo completamente empastelado por estilos y géneros musicales. Si hacemos un balance que abarque desde los años cincuenta hasta nuestros días, sacaremos la conclusión de que la música evoluciona más que la tecnología, la medicina y que por supuesto la raza humana. Lejos quedan ya los años cincuenta en donde el rock and roll y aquel “patillas guaperas” como ganas de juerga llamado Elvis intentaban alegrar un poco la vida a las personas. O los años sesenta, que con los Beatles a la cabeza revolucionaron el panorama musical. Tampoco tenemos que olvidar aquellos maravillosos setenta, en donde el hard rock tomó posiciones dejando muy atrás las marchosas y brillantes décadas anteriores. Pero si el final de los setenta nos dio la sorpresa de la música punk, un género jamás conocido hasta el momento, los ochenta no son más que una mezcla de contrastes de pintura y música. El heavy metal se convirtió junto al synth pop en un referente para la sociedad. Por otro lado, mucha gente considera la década de los noventa como una simple etapa de distorsión depresiva, camisas escocesas y ‘pogos’ sin sentido. Obviamente están equivocados, ya que sin el denominado movimiento grunge nunca hubiera existido parte del rock alternativo que hoy escuchamos. Además, los noventa ponen fin a lo que me atrevo a bautizar como la “cordura musical del siglo XX”.

Tras nueve años de siglo XXI, solo saco en claro que vivimos la decadencia musical más grande de la historia. Si me permiten la ironía, lumbreras son aquellos que se permitieron saltarse la etapa final de los años setenta y aventurarse a crear la mayor farsa jamás vista como es el happy punk, o como he escuchado últimamente, el punk de fresa. Si lo que se pretendía era hacer el nuevo siglo del punk, otra vez se volvieron a equivocar; la nueva oleada punk con toques góticos y un pesimismo que de nada tiene que ver con el del grunge cerraron algo más de media década de barbaries musicales.

Pero sin duda los mas listos fueron aquellos que ahora reinan (o por lo menos se lo creen). Los indies, a mi modo de ver, no son mas que un grupo de pijos ‘cencerreros’ que creen haber descubierto un nuevo estilo de música y de vida. Aprovechando muy bien la caída en picado del emo punk, se hicieron con el control del panorama musical. Hubiera sido mejor que se dedicaran al mundo de los negocios y del dinero, ya que arte tienen poco.

Ya para ir acabando este sermón, hace poco leí que el reggae volverá a resurgir. ¿Otra vez volvemos a tiempos de “rastaman”? Con total franqueza, no se a donde nos dirigimos. Solo sé que por buen camino no vamos. Sin embargo, algo de esplendor todavía queda gracias al señor Bob Dylan y a cuatro viejos genios que siguen dándonos esperanza. Pero me temo que solo la alegría de Marley, el talento de Lennon, la poesía de Cobain o el corazón de Mercury podrían levantar esto.

martes, 2 de febrero de 2010

A veces es mejor que la vida nos guíe a que intentemos guiar nuestra vida

“Soy el amo de mi destino, soy el capitán de mi alma”. Esta frase, que puede sonar a chino para muchos, la escribió un poeta inglés del siglo XIX llamado William Henley. A simple vista, hay que reconocer que cuando uno lee estas palabras por primera vez, resulta impactante.

Sin embargo, pensemos con la cabeza y no con el corazón (aunque muchas veces resulte imposible). No existen amos del destino. Ninguno de nosotros somos dueños de lo que nos pueda pasar. Por mucho que nos empeñemos, no tenemos el control de nuestras vidas.

El ser humano es el único ser capaz de razonar y de actuar en consecuencia, pero a la vez es el ser más ignorante del planeta. Creemos dominar nuestra vida, controlar las situaciones e incluso a veces creernos videntes del futuro. Falso e hipócrita es aquel que no reconozca haber planeado en alguna ocasión su vida; generalizando un poco:“mañana haré tal cosa”. En primer lugar, no sabemos qué va a ocurrir en el futuro. Sin ir más lejos, no sabemos qué va a suceder dentro de un segundo. Intentamos tener bajo control todo sin que se nos escape el más mínimo detalle. Rara es la ocasión que el hombre se deja llevar. Por eso rara es la vez que el hombre cree en el destino. Muchos tienen la vaga teoría de "¿cómo va a existir el destino si lo creamos día a día?" Pues bien, el que piensa así está tirando a la papelera su vida.

Pensemos en cualquier instante de nuestra vida, si es agradable mejor. Qué hubiera pasado si a cierta hora de cierto día no hubiéramos estado en el momento del acontecimiento ocurrido y en su lugar hubiéramos estado en otro sitio. Puede parecer exagerado, pero seguramente nuestra vida ahora mismo no sería igual.
Si bien está claro que según pasan los días vamos dando forma a nuestra vida, también sería bueno recordar que la vida es lo que nos va sucediendo sin que nos lo esperemos.

Hoy en día llevamos a raja tabla eso de “controlar o morir”. Si no guió mi vida por donde quiero no seré feliz. En mi opinión, la propia vida es demasiado sabia y perfecta para que nos deje equivocarnos. Es más, nuestras grandes equivocaciones dan pie a grandes aciertos.


A aquel que me esté leyendo sólo le pido un favor: no intente dominar su vida; eso, por raro que suene, es muy fácil. Déjese llevar por lo que intuya, sienta o crea con sinceridad. Déjese guiar por esa palabra que para muchos es utópica llamada destino.

domingo, 31 de enero de 2010

El que no está conmigo está contra mí

Si no recuerdo mal, estas palabras no son de ningún dictador lejano (aunque bien podrían serlo debido a la autoridad de la frase). Son palabras de ese hombre con barba al que llamaban Jesucristo. Supuestamente un hombre ejemplar y un modelo a seguir para muchos en la época. Digo en la época, porque hoy en día no es un modelo a seguir sino un personaje manipulado por ciertos sectores para alcanzar fines que se salen de lo estrictamente moral.

Pero mi objetivo de hoy no es criticar al bueno de Jesús, la iglesia o a la religión en general, sino más bien todo lo contrario; prefiero reservar ese tema para otra ocasión. Decía un hombre muy sabio llamado Rousseau algo así como que el hombre no es malo sino que es la sociedad lo que le corrompe. En parte comparto su teoría; pero no es del todo cierto que la sociedad nos haga hacer el mal. Mas bien la sociedad está hecha para hacer el bien. Los semáforos sirven para establecer un orden en la carretera, sin embargo es el hombre el que se los salta y hace de ello, en muchos casos, una carnicería. ¿Tiene la culpa la sociedad de crear unas normas de conducción basadas en los semáforos? Obviamente no. Es el hombre el que por su extremada ansia al volante y su prisa desmesurada quien crea el conflicto.

Por otro lado, en ciertos aspectos, la sociedad peca de conservadora. O mas bien, de tener miedo a todo aquello que se salga de lo que se considera normal. Son múltiples los casos en los que una persona va a buscar trabajo y no se le da debido a su estética. En esto la sociedad se contradice ya que por un lado se está quejando de mediocridad pero por otro excluye a gente brillante solo por su aspecto. ¿Qué es lo que estamos buscando? ¿Queremos una sociedad de mediocres bellos o de genios peculiares? Si tuviera que contestar a esta pregunta un alto dirigente de una empresa ya podríamos anticiparnos a su respuesta: “buscamos las dos cosas: gente cualificada y que den el perfil de lo que queremos”. En mi honesta opinión, serviría con que esa persona hiciera su trabajo en condiciones sin tener en cuenta su apariencia exterior.

La sociedad lleva a raja tabla la famosa frase de Jesucristo “el que no está conmigo está contra mí”. O nos adaptamos a la sociedad o no tenemos nada que hacer aquí. De hecho, la sociedad nos obliga a adaptarnos a sus formas sin que nos demos cuenta. Por eso, todos tenemos que convivir en sociedad pero s
in que se nos olvide algo fundamental: el respeto.

sábado, 30 de enero de 2010

Íntimo amigo de la soledad

Imaginemos un mundo en el que no exista nadie. Un mundo que destaque por el silencio, la calma y en el que solo convivamos con nuestra sombra. Hagamos el esfuerzo todos juntos de visualizar esta utopía sin ningún tipo de temor. Cerremos los ojos y pongámonos en situación cuanto antes, ya que de lo contrario puede que sigamos mintiéndonos a nosotros mismos.

Todos y cada uno de nosotros creemos estar acompañados y en muchos de los casos refugiados gracias a las personas que nos rodean; familiares, amigos, compañeros, vecinos, desconocidos, etc. Sin ellos no podríamos avanzar ni un solo paso hacia el futuro. Lo que es aun más obvio (y triste a la vez), nuestra vida carecería de sentido sin todos ellos.

Hagamos un breve recorrido sobre un día cualquiera del hombre del presente: suena el despertador, se levanta, si es medianamente higiénico se da una ducha, suele desayunar, si vive acompañado por mujer, padres, amigos o quien quiera que sea cruza unas cuantas palabras con ellos y se marcha al trabajo o cualquiera que sea su cometido. Al volver de su actividad, y tras haberse encontrado con personajes que son fundamentales para el desarrollo de su vida, se acuesta, y duerme con el único objetivo de que ese día llegue a su fin cuanto antes para comenzar el siguiente.

Este hombre, por muy estresantes que sean sus días, si no estuviera rodeado de las personas que consciente o inconscientemente forman su vida, simplemente no existiría. Ahora bien, por mucha compañía que este hombre imaginario nuestro tenga, ¿realmente está tan acompañado como él cree? La respuesta me temo que es no. Por muchas personas que conozca y por mucho contacto que tenga con ellas, nunca podrá borrar de su vida a su mejor amigo: la soledad.

Sí, somos amigos de la soledad. Por mucho que lo queramos nunca desaparecerá. Y ahora es cuando se preguntan: ¿pero si yo estoy rodeado de gente, cómo es posible que esté solo? Por supuesto que físicamente no estamos solos. Todos, en menor o mayor medida, tenemos compañía. Pero he aquí el mayor problema de todos. El mundo exterior nos acompaña, pero ¿nos acompañamos nosotros a nosotros mismos? Muchas veces acudimos a la gente buscando respuestas a nuestras inquietudes y en muchos casos fracasamos en el intento. Yo les doy un consejo: mírense al espejo. Muchos me tomarán por loco, pero a veces es la única forma de encontrar respuestas hacia nosotros mismos. El que logre conectar consigo mismo, logrará conectar con su vida sin ningún tipo de chispazo.