martes, 25 de enero de 2011

La falsa democracia en España

Generalmente, la democracia es la forma de gobierno que mayor grado de aceptación tiene entre todos. Digo generalmente porque probablemente habrá gente que sea partidaria de dictaduras como en Cuba, prácticamente agotada ya, o de democracias ficticias, como pueda ser el caso de Venezuela. En España somos más de creernos nuestros propios sueños; o nuestras propias mentiras, según se mire, porque de tener unos cuantos derechos a vivir realmente en un sistema democrático existe una diferencia muy amplia.

Si alguien se molesta en analizar etimológicamente la palabra democracia posiblemente encuentre la primera contradicción. Democracia es una palabra griega que significa el gobierno del pueblo. Pues bien, hoy en día el gobierno y el pueblo están tan separados que sería más fácil ver al Papa en un anuncio de preservativos antes que dicha unión.

No es el pueblo quien gobierna, sino que los políticos son quienes se aprovechan del pueblo para gobernar a su antojo sin contar con ellos para nada. Si verdaderamente la democracia fuera el gobierno del pueblo no haría falta someter las leyes al Congreso, porque entonces quienes están decidiendo si se aprueba o no dicha ley no es el ciudadano sino el político. Por tanto, algo falla.



Bipartidismo y el sistema electoral

Alguien podría decir: “es que los políticos son los representantes del pueblo”. Esto no deja de ser una mentira que al haberla empleado durante tanto tiempo se ha terminado convirtiendo en verdad. Mas bien, los políticos son los mantenidos del pueblo. Me entristece tener que decir esto, pero así lo veo. De hecho, muchas veces la culpa no es solo de los políticos sino también de los propios ciudadanos, que confían en ellos con su voto a través de este supuesto sistema democrático que tenemos. Realmente, la democracia no deja de ser la tiranía de la mayoría.

Partiendo de la base de que contribuir en la democracia es ir a votar cada cuatro años, los que no votan entonces ¿no son demócratas? Algunos dicen que el voto es libertad, pero honestamente creo que es un mayor uso de libertad abstenerse de votar que votar porque toca, porque no queda otra o porque hay que hacerlo.

En los últimos años, España ha ido encaminando sus posturas políticas hacia un bipartidismo que a largo plazo (y a no tan largo) puede resultar peligroso. Dejando sueños y utopías políticas aparte, en este país solo va a ser posible que gobiernen dos partidos: PSOE o PP, y ahí se termina todo. Queda claramente demostrado que las minorías o las llamadas terceras fuerzas políticas poco tienen que hacer en España. Siendo francos, partidos como Izquierda Unida, UPyD e incluso los distintos partidos nacionalistas, que tan buenos resultados cosechan en sus elecciones autonómicas, actúan como los amigos (o enemigos, según se mire) de los dos grandes partidos. Sus aportaciones no dejan de ser meras coaliciones y apoyos para aprobar o derogar las leyes que se plantean.

Por tanto, debido al actual sistema electoral que hay en España (sistema D'Hondt) resulta muy complicado salir del bipartidismo, ya que este sistema afecta a esas terceras fuerzas políticas. Basta con mirar atrás y ver la evolución del mapa político español en los últimos tiempos. Por ejemplo, Izquierda Unida en apenas quince años ha perdido casi veinte diputados. Bien es cierto que los tiempos cambian y que los partidos tienen que adecuarse al presente (cosa que no ha hecho IU), pero ese desequilibrio de escaños de PSOE y PP con respecto al resto de partidos me lleva a pensar que el pluralismo en España ha quedado al margen.



Libertad de expresión

Pero más allá del voto, que en España no vale de mucho porque solo hay dos alternativas posibles como he citado antes, resulta más peligroso ver cómo ciertos pilares básicos de la democracia se vienen abajo. Por ejemplo, la libertad de expresión. ¿Tenemos realmente libertad de expresión en España? Hay un caso concreto que está en nuestro código penal, concretamente tipificado en los artículos 490 y 491, que impide, por así decirlo, criticar al Rey. En este país, Don Juan Carlos es intocable. Si ha hecho o no méritos para ello no es mi misión contarlo, pero lo que sí está claro es que censurar, multar o incluso condenar a alguien por ir en contra de la monarquía no es muy democrático que digamos, por mucho que esté escrito en nuestra bendita constitución. Quedará siempre el eterno debate de si la monarquía en España fue elegida democráticamente o impuesta por el régimen anterior.

Bien es cierto que no hay que confundir libertad de expresión con el insulto o el salvajismo dialéctico. Por ejemplo, el famoso caso de De Juana Chaos, condenado en 2006 a 12 años de prisión por dos artículos en el diario Gara. Escribir en un periódico que hace apología del terrorismo implica que nada bueno puede salir de ahí. Pero tener que valerse de triquiñuelas para hacer justicia, juntando en el mismo saco la condena por asesinatos con la de terrorismo dialéctico, para poder meterlo entre rejas, es aún más lamentable por parte de nuestro Poder Judicial.



La supuesta separación de poderes

La teoría de la división de poderes, que en tanto se basan las democracias del mundo, fue creada por Montesquieu y separa dichos poderes en: legislativo, ejecutivo y judicial. Según Montesquieu, esta división era la única manera de garantizar la libertad del pueblo y de evitar la tiranía. Por esta razón, esta división de poderes se lleva a cabo en las democracias. En España supuestamente también es así, pero realmente el tema no deja de plantear dudas.

Según esta teoría, los tres poderes nunca deben concentrarse en las mismas manos. Aquí encontramos la primera demostración de que en España no existe dicha separación.

El poder legislativo elabora y modifica las leyes de acuerdo con la opinión del pueblo. Más bien lo que ocurre en España es que el pueblo apenas participa en la elaboración de leyes y deja que los políticos se encarguen de todo. De ahí que muchas veces surja ese descontento social. Por otro lado, el poder ejecutivo tiene la tarea interpretar y normalizar la ley. Sin embargo, aquí tampoco se cumple que el ejecutivo sea la figura con mayor importancia, puesto que el jefe de gobierno lo es más. Por último, pero no menos importante, está el poder judicial. Este poder enerva cada vez más a los ciudadanos españoles, porque día tras día no dejamos de ver cómo la justicia está cada vez peor hecha, además de ser bastante lenta. Con respecto al poder judicial hay una cosa que resulta inquietante, y es que los jueces no son políticamente imparciales. Hay un gran número de jueces conservadores y de jueces progresistas que son, por así decirlo, puestos en su cargo por los distintos gobiernos. Esto no deja de ser sorprendente puesto que la justicia no entiende de colores ni de ideales, o por lo menos así debería ser.



¿Qué se puede hacer?

Ante esta situación de sistema medio oligárquico, lleno de prohibiciones y supuestamente democrático que se produce en España, me queda la duda de si algún día llegaremos a tener una democracia de verdad, sin injusticias y en la que se cumpla la ley sin trampa ni cartón.

Los que estamos fuera de la clase política podremos aportar alguna que otra solución para remediar este problema, ya que no estamos dentro del sistema de “chupar del frasco”. En primer lugar, veo indispensable la reforma de la constitución. Es cierto que cuando se hizo en el año 78 se hizo con la mejor voluntad del mundo para satisfacer a unos y a otros y poder salir de la dictadura. Pero eso no quita para que más de treinta años después sigamos con la misma. Frases del tipo “lo dice en la constitución” impiden el progreso social y el avance. Además, el Título X de la misma da la opción a que se reforme, por lo que lo escrito en ella no es la Biblia ni intocable.
Por otro lado habría que cambiar de arriba a abajo el código penal. Cosas como lo de Marta del Castillo no se pueden producir en un país que pretende ser democrático y justo. En mi opinión, alguien que actúa de una forma tan sanguinaria y brutal debe ser tratado como lo que es, tenga diecisiete años o cuarenta.

Seguramente, no solo haya esta especie de democracia en España, sino también en otros países vecinos nuestros. Cada país entiende la democracia a su forma, pero este modo particular de entender la nuestra me preocupa, porque me considero un patriota de verdad. A mi juicio, el patriotismo no consiste en llevar banderas y decir “qué orgulloso estoy de ser español”, sino en denunciar los males de tu país para que de una vez por todas reaccione. Quizás esté equivocado, pero es mi manera de entender el patriotismo.



[Breve ensayo sobre la democracia española]

viernes, 7 de enero de 2011

Sonríe (3)

- Hablas como si siempre tuvieses la razón, como si nada te importase porque tu tienes en tus palabras la verdad.

- No nos desviemos del tema. Hablábamos de que no es imposible que mi felicidad sea fingida.

- Cierto, y aún no me has explicado por qué.

- Es muy sencillo, querido. Por ejemplo, ¿podrías evitar que el agua estuviese mojada?

- No.

- ¿Y que el fuego no quemase?

- Si le echo agua encima ya no quema.

- Pero sabes perfectamente que entonces ya no sería fuego.

- Supongo que tienes razón.

- Pues de la misma manera que al agua no puede dejar de mojar y el fuego no puede dejar de quemar, deduce por qué mi felicidad no puede ser fingida.

- ¿Quién eres?

- Si a estas alturas de la conversación no lo sabes todavía me temo que ya nunca lo sabrás.

- Se quien eres, te estoy viendo. Eres la chica con la que estoy hablando, guapa, simpática y siempre risueña.

- Conoces mi apariencia exterior, pero no has sabido deducir quien soy realmente.

- ¿Y no puedes decírmelo?

- No podría definírtelo con palabras, querido. Yo no puedo descubrirte quien soy, eso ya es cuestión tuya. Si es que quieres…

FIN