lunes, 28 de marzo de 2011

Alipori

Ser, tener, conseguir, lograr, aparentar, hacer, impresionar, llegar a, etc. Todos estos verbos cada vez me resultan más insoportables e indigeribles. Alguna que otra vez me he adentrado en lugares que parecen que tu simple presencia en ellos te va a provocar un chispazo interno que te llevará a la destrucción. Miradas verdaderamente matadoras de personas que ni si quiera conocen ni entienden nada. Gestos, detalles que en un principio pueden parecer insignificantes, pero que al meditarlos lo único que me producen es alipori (vergüenza ajena en latín).

Si a todos aquellos que se creen algo por tener más que los demás y pertenecer a un estatus social alto les diera por preguntarse “¿qué soy yo en este mundo?” probablemente tendrían el mismo sentimiento de alipori que yo. Pero más allá de las cosas materiales que se tengan hay algo que me provoca mucha más tristeza: insignificancia. Seguramente no todos los que sean ricos, por decirlo de alguna forma, sean miserables de espíritu. Algún ricachón bueno habrá; por eso, dejemos a un lado las cosas materiales que al fin y al cabo simplemente son eso, cosas.

La insignificancia es uno de los sentimientos que más machacante puede llegar a ser. Al principio de todo nadie es insignificante porque eres nuevo. Lo novedoso jamás es insignificante por muy malo que sea. De hecho, queda sobradamente demostrado que muchas veces cuanto peor, mejor. En ese sentido y por muy mal que caiga a todos, Lenin no estaba desencaminado. Si el concepto comienzo fuese una persona, todos la envidiaríamos ya que toda la atención estaría centrada en ella. Afortunadamente, el comienzo no es alguien de carne y hueso; y digo afortunadamente porque la acabaríamos despellejando entre todos.

Que alguien eclipsado por el dinero te muestre su insignificancia es todavía entendible porque está bajo los efectos de la apariencia. Pero que gente que aparentemente es sana de mente también lo haga, daña más que un espadazo en el centro del corazón. Nadie es quien para adoptar una postura de superioridad ante otro. Nadie es quien para mostrar insignificancia ante otro. Nadie es quien para creerse más. Nadie es quien para pensar “es que soy yo, y yo puedo”. Nadie puede decir que “nadie no puede hacer tal cosa”, como estoy haciendo yo ahora mismo. Tú no eres nada, que te quede claro. No eres nadie sin los demás (entre los cuales estoy yo también). Yo no soy nada. No soy nada sin ti.

lunes, 21 de marzo de 2011

Monarquía vs República

Suele decirse que con el tiempo las cosas se pueden analizar con mayor frialdad y objetividad. En el caso que me propongo tratar, la continuidad de la monarquía en España, ya ha pasado tiempo suficiente no sólo para reflexionar sobre ello sino también para plantearse a fondo el tema. Pero ante todo, conviene subrayar que estas líneas que van a ser escritas no son ni una tesis a favor de una forma de gobierno u otra, ni una crítica a la monarquía española; simplemente son cuestiones que yo me planteo acerca este curioso árbol con ramas dispersas llamado España.


Racionalidad política
Si partimos de la base de que la razón juega un papel importante dentro de la política, y por tanto, también dentro de los propios sistemas de gobierno, la monarquía es un sistema completamente irracional. En una forma de gobierno monárquica, lo que importa no es la decisión del pueblo o del propio individuo, sino la suerte. El rey, a no ser que las circunstancias lo eviten, ya nace siéndolo. Es decir, al ser una cuestión de sucesión no interviene en ningún momento la razón, sino que por propia herencia familiar ya asume el cargo de jefe de Estado. Por esta misma razón es un sistema irracional, ya que en ningún momento interviene la voluntad y el juicio del pueblo. Ya no solo porque no participen los ciudadanos, sino que dentro del propio sistema monárquico tampoco existe racionalidad alguna. La monarquía parte de la base de que el jefe de la tribu, por llamarlo de alguna manera, ya viene dado y aceptado de antemano. De ahí a que internamente sea un sistema impuesto entre los propios que lo conforman.


Pero yendo a un aspecto de mucha más importancia para el hombre, la monarquía puede ser o no un sistema con libertades. Ahora mismo estamos acostumbrados al sistema de monarquía parlamentaria, que es el que existe en España, pero también existen otros tipos de monarquías que no son precisamente democráticos como pueda ser el absolutismo. Por otro lado, en las monarquías híbridas el monarca no tiene el completo poder pero si dispone de una gran influencia política. En España, la monarquía parlamentaria aplica la famosa frase “el rey reina pero no gobierna”. Esto no deja de ser otra irracionalidad más porque un jefe de Estado no puede caracterizarse por estar al margen y dedicarse únicamente a funciones representativas.

¿Cuál es la conclusión de los distintos tipos de monarquías? A mi juicio, la monarquía absoluta, desde el punto de vista político, tiene algo de sentido. La monarquía híbrida no deja de ser un absolutismo camuflado en un supuesto sistema parlamentario. Pero sin duda alguna, la monarquía parlamentaria es el sistema más irracional ya que, en términos metafóricos, es como un humorista que no hace gracia ¿se le podría llamar humorista?


Monárquico no, Juancarlista
Es uno de los argumentos que muchas personas dan para defender la monarquía en este país. En un principio puede parecer un razonamiento un tanto extraño porque si Juan Carlos I es el Rey de España, y el rey es el mandamás de la monarquía, entonces todos aquellos que se consideran Juancarlistas ¿no deberían ser por lógica pura monárquicos? Solo encuentro una explicación medianamente coherente a esto: la monarquía en España no ha venido dada por un sistema de sucesión hereditaria, sino por imposición de un dictador militar cuyos propósitos no eran precisamente los que llevó a cabo Don Juan Carlos. De ahí a que mucha gente valore al rey por haber dado el paso a esta supuesta democracia que tenemos hoy en día y no haberse convertido en Franco 2.


Otro posible razonamiento sería el miedo o rechazo al concepto de república que hay en España. Cuando millones de españoles ven en el rey un sinónimo de estabilidad, calma y tranquilidad social es precisamente porque la monarquía parlamentaria está al margen de todo tipo de controversia o decisión que pueda manchar su imagen. La palabra república en España huele a viejo y hace recordar ciertas cosas de nuestra historia que no agradan, por lo que el cerebro humano español opta por lo fácil: una forma de gobierno la cual se esté quieta. Esto es algo que si verdaderamente queremos avanzar debería corregirse. La república no es más que otro sistema de gobierno. Ni debería asociarse con la extrema izquierda, ni con la persecución católica, ni con nada de eso. Pero lamentablemente pueden más los errores del pasado que un planteamiento racional del futuro.


Rinoceritis española
Resumiendo el concepto de rinoceritis, el cual consiste en que el hombre a base de hacer algo habitualmente lo termina viendo normal cuando en realidad es una locura (rinocerontes paseando como Pedro por su casa por las calles), llego a la conclusión de que algo muy similar ha ocurrido con la monarquía en España. Salvando las distancias entre la esquizofrenia que sería aceptar como normal ver a rinocerontes campando a sus anchas por la calle, la monarquía ha alcanzado un nivel de aceptación espectacular.


Hablando en términos publicitarios, la sociedad ve como normal y hasta apetecible el producto que nos ofrecen. Es decir, la oferta de “llévese una democracia con monarquía impuesta” ha sido aceptada sin ningún tipo de reflexión. Incluso gran parte de los intelectuales justifican esto como un pack democrático.
Está claro que poniéndonos en contexto, lo mejor para todos era acceder y en ese sentido lo veo una postura inteligente, pero no deja de ser sorprendente cómo se ha aceptado la situación.



El futuro depende del pueblo
Con todo lo que ha llovido desde 1978 cabe plantearse lo siguiente: ¿es el momento de cambiar el sistema? Siendo realistas, dentro de poco habrá una sucesión en la corona, el rey abdicará y su hijo le sustituirá. La cuestión no es si Felipe está suficientemente capacitado para ejercer el cargo. De hecho, esa inquietud es, si se me permite, un poco absurda porque en un sistema en el que el rey reina pero no gobierna no es necesaria una alta capacidad de mando.

Muchos piensan que España le debe mucho a Juan Carlos y que sin su actuación habría sido imposible dar el paso a la democracia. Yo, sin ser precisamente un gran admirador de la monarquía, aprecio su labor y creo que hizo lo correcto. Demostró patriotismo y coherencia. Por tanto, hasta ahí se puede considerar como aceptable la figura del rey ya que ha hecho algo por todos. Pero el hecho de tener que aceptar a un sucesor simplemente porque ya viene estipulado así no deja de molestarme. ¿Qué ha hecho Felipe (que por lejano que suene, será el rey de España) para merecer ser el jefe de Estado? Es el hijo del rey, y por ello hay que aceptarlo, pero no por eso dejaremos de opinar y juzgarlo cada uno a nuestra forma.


Lo más racional y que a la vez sería un gesto de madurez democrática sería proponer un referéndum orientativo para saber qué opinan los españoles. Digo referéndum orientativo porque no se trata de hacerlo para cambiar el sistema de la noche a la mañana, sino para conocer la visión del pueblo. Con el resultado de dicha encuesta nacional entonces ya se podría actuar en consecuencia. ¿Es esto un guiño al sistema republicano y en consecuencia a la Tercera República española? No. Únicamente es un planteamiento político y social más. Que nadie se escandalice, porque lo que yo opine sobre cual es la mejor forma de gobierno a nadie le interesa. Y si así fuese, vivo en un país libre en el que puedo tener
mis propias ideas. Porque es así ¿no?

viernes, 18 de marzo de 2011

Pasotismo

La falta de compromiso social de los jóvenes se podría definir con una palabra mucho más accesible para todos, sobre todo para los propios jóvenes: pasotismo.
Yo me considero un auténtico pasota, pero eso no quiere decir que no me interese la sociedad. Precisamente porque soy un pasota, no me creo prácticamente nada de lo que proponen y cuentan las instituciones.

Según las estadísticas, a los jóvenes nos interesa poco la política. Pues bien, yo debo de ser uno de los raros a los que sí le interesa. Pero más allá de interesarme, me preocupa. Me inquieta el rumbo que toma la política y cómo se infecta de intereses partidistas. También se dice que hoy en día no existen ideologías sino que es todo economía pura y dura; estoy totalmente de acuerdo. Las ideologías quedaron atrás, allá por el siglo XIX y parte del XX. Lo que hay ahora son todo puros sistemas económicos y a la gente le importa poco cómo se hagan las cosas si su bien estar no se va a ver afectado. Es decir, ojos que no ven corazón que no siente.

Algo que está claro es que el mundo en general carece de líderes. En el fondo todos buscamos alguien a quien seguir, ya bien sea el Dios ya creado o el que cada uno crea para sí mismo, un padre, un amigo, un músico, un actor, un poeta, etc. Esto define perfectamente el vacío que vive la sociedad en general. Este vacío afecta en mayor medida a los jóvenes y se hace más hincapié en que tienen poco compromiso social porque de ellos se esperan más cosas. Es decir, el joven, al contrario que el jubilado, no puede estar quieto. Tiene que innovar, cambiar y revolucionar el mundo, y esa es su misión como joven que es. Por eso me molesta en exceso ver como muchos ni tienen expectativas o ni si quiera ilusión por nada. La sensación que me da es que parece que les cuesta moverse.

Esto tiene una explicación sencilla: ¿qué tiene que revolucionar hoy en día la juventud si lo tiene ya todo hecho? El tenerlo todo al alcance de la mano sin haber movido un dedo ha propiciado una juventud cada vez más acomodada, que sólo piensa en sí misma y que poco le interesa lo que pase más allá de sus narices. Sería fácil culpar de este fenómeno llamado pasotismo a los padres. Es cierto que algo de culpa pueden tener por haber sido con ellos más flexibles de lo que ellos mismos fueron tratados en su juventud, pero los padres tampoco están en las mentes de sus hijos. Por tanto, no sería justo culpar a los padres del pasotismo de los jóvenes.

El problema es que a los jóvenes se les ha dado la mano y han tomado el brazo. Al ver que todo es fácil y accesible se han olvidado del verdadero valor de las cosas y de la satisfacción de lograr cosas por su propio esfuerzo. Por eso creo que esta crisis económica puede tener su lado positivo, ya que nos hará bajar de la nube para chocarnos de frente con el muro de la realidad. Tener que vivir peor que antes motivará un cambio y hará progresar a la juventud y a la sociedad en general. O por lo menos eso espero.