jueves, 7 de julio de 2011

El mendigo y la princesa (1)

Era una estrellada y fría noche de invierno. El mendigo llevaba días sentado en el suelo sin hacer otra cosa que contemplar la indiferencia de la gente que paseaba a su alrededor. Pero esa noche todo cambió. Como si una potente llama recorriese su cuerpo, decidió levantarse para dar un paseo por las oscuras calles de la ciudad.

Anduvo largo camino, siempre guiado por su estrella. Pasase lo que pasase, jamás le abandonaba. Cuando se decidía a volver a su calle se cruzó en su camino a una dama. Era elegante a la par que sensual. Sin saber por qué, el mendigo sintió la necesidad de hablar con ella.

- Disculpe señorita, ¿se ha perdido?
- No, ¿por qué lo dice?
- Me resulta extraño ver a una mujer con tanta clase por este lugar. Es peligroso.
- ¡Oh! Que amable es usted. ¿Y por qué opina que corro peligro?
- Bueno, ya sabe… aquí la gente es, ya sabe… ¡como yo!
- ¿Como usted?
- Sí, yo soy un mendigo.
- Lo sé. Pero es usted educado y cortés. No le temo, sino al contrario.

El mendigo se quedó callado, Quizás fuese la mirada de la dama, su dulce voz o simplemente su belleza, pero en cuestión de segundos el mendigo se había enamorado locamente de ella.

- Y bien señor mendigo ¿qué le parece si damos una vuelta por aquí?
- Eso sería fantástico. ¡Le enseñaré todas las calles que habito!



CONTINUARÁ...

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