jueves, 7 de julio de 2011

El mendigo y la princesa (2)

Estuvieron caminando horas y horas. Parecía como si el tiempo no fuese con ellos. Se detuvieron en un callejón oscuro y deshabitado. No era un sitio precisamente bonito, pero en ese momento no importó0.. Ante la luz de la luna, el mendigo y la preciosa dama se besaron apasionadamente. Pasado un rato, la dama se apartó suavemente del mendigo y le cogió de sus protectoras aunque manchadas manos.

- Tengo que irme ya, es muy tarde.
- Parece que no haya pasado el tiempo, querida. Le acompañaré a su casa.
- No es necesario, además está un poco apartado.
- No importa. Recuerde que soy un mendigo, puedo pasar la noche en cualquier sitio.

El mendigo acompañó a la dama. Desconocía el lugar por el que transitaban, pero lo que estaba claro es que nada tenía que ver con los lugares que solía frecuentar él. De repente, y para sorpresa del mendigo, se detuvieron en un enorme palacio.

- Ya hemos llegado, aquí vivo.
- Un momento… ¿usted vive en este palacio?
- Sí
- Entonces es usted… ¡una princesa!
- Me temo que sí.
- Pero… si es una princesa entonces su príncipe le aguarda ahí arriba.
- Así es. Debo ir con mi prometido.
- ¿Por qué no me ha dicho nada?
- No quería estropearlo. Me estaba cautivando con su ternura y su manera de ser. Créame, no he podido evitarlo.
- ¡Ha jugado conmigo!
- No es así. Sé que tendría que habérselo dicho, pero si lo hubiese hecho no habría tenido la oportunidad de pasar la mejor noche de mi vida.
- Que sea un mendigo no implica que no tenga corazón…


CONTINUARÁ...

No hay comentarios:

Publicar un comentario