lunes, 25 de julio de 2011

Ellas seis

Ellas me regalan los oídos, me hacen oír todo lo que quiero escuchar. Jamás harán nada que no quiera. Cada una a su forma me complace. Unas más intensamente, otras con más calma y otras a veces parece que no tienen ganas, pero al final siempre acaban haciéndolo.

Cuando me encuentro en lo más profundo de mi insignificancia y dejo de sentirme especial, recurro a ellas para que al menos me hagan creer que le importo a alguien. Ya que son seis, alguna tendrá que darme la respuesta tranquilizadora que mis irregulares respiraciones buscan con ansia y angustia.

Sé que siempre están ahí. Sé dónde encontrarlas. Son mis esclavas y cada una a su forma me hace alejarme de un mundo en el que a veces me siento especial para ir al que verdaderamente quiero.

Son, sin duda alguna, las únicas seis capaces de calmar toda mi angustia, mi paranoia mental medianamente justificada y mis fuertes latidos de corazón. Opinan como yo, me entienden y jamás hacen sentirme un arlequín. Soy yo quien recurre a ellas, quien las domina y quien decide el tiempo que quiere pasar junto a ellas. Soy yo quien manda, pero sólo con ellas.


(esperando que suene 'Smells like teen spirit')

jueves, 14 de julio de 2011

Continúe por favor


¡Que viene! ¡que viene! Lo malo de tener a una persona de espaldas es que no puedes mirar sus ojos para ver lo que verdaderamente expresa. ¿Tendrá miedo de ser atropellada? Yo creo que no. De hecho, a simple vista puede parecer que incluso está deseando que llegue el tren.

Ya han pasado muchos trenes por su propia carretera de peaje. Siempre tiene un cartel luminoso que dice “pasen y vean, por aquí entra cualquiera”. Jamás tanta simpleza había abarcado semejante complejidad. Es como juntar la razón con el impulso. Contradicción es lo que demuestra, se cree una cosa (y lo es) pero luego hace otras (porque quiere).

Por tanto, lo es porque quiere.A veces no importa a cuanta velocidad venga el tren porque si deseas cogerlo lo vas a coger. No sirven excusas ni lamentos, al final cada palo tendrá que aguantar su vela. El río siempre lleva al mar, la lluvia siempre te acaba mojando (vulgarmente dicho como “antes de llover chispea”); todo esto lleva a una única y universal conclusión: la verdad siempre sale a la luz.

Dentro de lo diferente que pueda resultar alguien, al final no deja de ser un animal más de la jungla. Así que si verdaderamente te crees diferente, deja de actuar de manera simple. Lástima que al final siempre actúes como un guardia al que le cuesta poco perdonarte la multa diciendo que continúes.

(¿palabras tranquilizadoras para un imbécil o es el imbécil quien se tranquiliza con las palabras?)

sábado, 9 de julio de 2011

El mendigo y la princesa (4)

La princesa comprendió que su actitud no había sido la correcta y se avergonzaba de sus celos ya que se dio cuenta que el mendigo la amaba con toda su alma. Durante horas, buscó entre las calles al mendigo, pero este no aparecía. La princesa estaba cada vez más inquieta pensando que había perdido al gran amor de su vida.

Desconsolada, miró al cielo y vio una estrella que brillaba más que el resto. Siguió su camino y encontró al mendigo sentado en unos escalones medio rotos. Estaba llorando y hundido. La princesa se acercó a él y le dijo: - Perdóname mi amado mendigo. He sido una egoísta. Jamás volveré a dudar de usted porque se que su amor es verdadero, al igual que lo es el mío hacia usted.

El mendigo no pudo evitar abrazar a la princesa y al igual que la primera vez, la perdonó. No importaba nada del pasado porque lo único que le importaba era ella y nada más que ella. La quería y eso era lo único relevante. Caminaron juntos sin saber la dirección.

De pronto, el mendigo se dio cuenta que había pisado algo. Era la flauta. Cuando se agachó a recogerla calló en la cuenta de que el sitio en el que estaban era el mismo en el que ambos se habían conocido aquella noche de invierno. Se fueron de allí bajo la atenta mirada de la luna sin más objetivo que el de vivir felices el uno con el otro.


FIN
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(El fuego quema mucho al principio. Parece que nunca desaparecerá... y cuando menos te lo esperas, se va reposando su calor infernal en lo más profundo de la tranquilidad).

viernes, 8 de julio de 2011

El mendigo y la princesa (3)

El mendigo se fue corriendo, herido porque la princesa le había ocultado la realidad. Pasaron muchos meses y en la mente del mendigo siempre estaba el rostro de la princesa. No podía quitársela de la cabeza. Intentó odiarla, pero era incapaz. Incluso a veces se acercó tímidamente a los alrededores del palacio solo para verla. Contemplaba a lo lejos la infelicidad de la princesa, pero no podía hacer nada. Ella estaba con su prometido. El mendigo pasó los peores meses de su vida. A punto estuvo de abandonar la ciudad, pero siempre su rayo de esperanza se lo impedía.

Una tarde y de la forma mas inesperada la princesa fue hacia él. Le dijo que había abandonado el palacio y al príncipe. No aguantaba más, ya que con quien verdaderamente quería estar era con el mendigo. A pesar de todo lo ocurrido, el olvidó todo ya que sus ganas de estar con ella eran superiores a su dolor. Ella prometió serle fiel, amarlo para siempre y ser él su único príncipe a pesar de la diferencia social entre ambos. Vivieron durante tiempo felices, acaramelados en un sueño sin fin. Para el mendigo todo era ideal. Es como si todo lo que durante tiempo deseó se hubiese hecho realidad.

Llegó el verano y, como cada año, el grupo de plebeyos hacía una fiesta en la que se reunían todos los mendigos de las distintas calles de la ciudad. El mendigo estaba deseando presentar a su amada princesa a todos sus amigos plebeyos. En la fiesta, el mendigo daría un recital de flauta, algo que motivó aún más a la princesa para asistir a la fiesta. Sin embargo, las cosas comenzaron a cambiar de rumbo. Los celos y el orgullo mal llevado de la princesa no tardaron en llegar. Se puso paranoica con que todas las plebeyas querrían acercarse a su amado mendigo, algo que no tenía sentido ya que si alguien era deseada por todos esa era la princesa.

El mendigo estaba incomodo porque su amada no confiaba en él. Al comenzar su actuación, el mendigo fue incapaz de salir de su asombro. No solo había aguantado durante la fiesta los celos injustificados de la princesa sino que tuvo que observar en su propia cara como algún otro mendigo e incluso ciertas plebeyas se acercaban a la ella con el fin de seducirla.

Al acabar su actuación, el mendigo se acercó a la princesa y delante de todos la dio un largo y caluroso beso con el fin de demostrarle su amor. Entristecido por la desconfianza que había mostrado en él la princesa y por la situación en general, el mendigo tiró su flauta muy lejos y se fue mientras el cielo se hacía cada vez más oscuro.


CONTINUARÁ...

jueves, 7 de julio de 2011

El mendigo y la princesa (2)

Estuvieron caminando horas y horas. Parecía como si el tiempo no fuese con ellos. Se detuvieron en un callejón oscuro y deshabitado. No era un sitio precisamente bonito, pero en ese momento no importó0.. Ante la luz de la luna, el mendigo y la preciosa dama se besaron apasionadamente. Pasado un rato, la dama se apartó suavemente del mendigo y le cogió de sus protectoras aunque manchadas manos.

- Tengo que irme ya, es muy tarde.
- Parece que no haya pasado el tiempo, querida. Le acompañaré a su casa.
- No es necesario, además está un poco apartado.
- No importa. Recuerde que soy un mendigo, puedo pasar la noche en cualquier sitio.

El mendigo acompañó a la dama. Desconocía el lugar por el que transitaban, pero lo que estaba claro es que nada tenía que ver con los lugares que solía frecuentar él. De repente, y para sorpresa del mendigo, se detuvieron en un enorme palacio.

- Ya hemos llegado, aquí vivo.
- Un momento… ¿usted vive en este palacio?
- Sí
- Entonces es usted… ¡una princesa!
- Me temo que sí.
- Pero… si es una princesa entonces su príncipe le aguarda ahí arriba.
- Así es. Debo ir con mi prometido.
- ¿Por qué no me ha dicho nada?
- No quería estropearlo. Me estaba cautivando con su ternura y su manera de ser. Créame, no he podido evitarlo.
- ¡Ha jugado conmigo!
- No es así. Sé que tendría que habérselo dicho, pero si lo hubiese hecho no habría tenido la oportunidad de pasar la mejor noche de mi vida.
- Que sea un mendigo no implica que no tenga corazón…


CONTINUARÁ...

El mendigo y la princesa (1)

Era una estrellada y fría noche de invierno. El mendigo llevaba días sentado en el suelo sin hacer otra cosa que contemplar la indiferencia de la gente que paseaba a su alrededor. Pero esa noche todo cambió. Como si una potente llama recorriese su cuerpo, decidió levantarse para dar un paseo por las oscuras calles de la ciudad.

Anduvo largo camino, siempre guiado por su estrella. Pasase lo que pasase, jamás le abandonaba. Cuando se decidía a volver a su calle se cruzó en su camino a una dama. Era elegante a la par que sensual. Sin saber por qué, el mendigo sintió la necesidad de hablar con ella.

- Disculpe señorita, ¿se ha perdido?
- No, ¿por qué lo dice?
- Me resulta extraño ver a una mujer con tanta clase por este lugar. Es peligroso.
- ¡Oh! Que amable es usted. ¿Y por qué opina que corro peligro?
- Bueno, ya sabe… aquí la gente es, ya sabe… ¡como yo!
- ¿Como usted?
- Sí, yo soy un mendigo.
- Lo sé. Pero es usted educado y cortés. No le temo, sino al contrario.

El mendigo se quedó callado, Quizás fuese la mirada de la dama, su dulce voz o simplemente su belleza, pero en cuestión de segundos el mendigo se había enamorado locamente de ella.

- Y bien señor mendigo ¿qué le parece si damos una vuelta por aquí?
- Eso sería fantástico. ¡Le enseñaré todas las calles que habito!



CONTINUARÁ...

martes, 5 de julio de 2011

En mi comuna


No hay odios ni rencores, sólo paz y comprensión.
El tiempo no existe, lo marcamos tu y yo.
Aquí no está permitido crear muros de falsedad, que es al fin y al cabo lo que son.
La angustia no es más que la desconfianza hecha imaginación.
El miedo no existe, es unicamente la excusa de los debiles.
No ha prisa, todo llega (o no).
Este es el reino de la tranquilidad, donde todas nuestras miserias reposan en un caldo espeso.






(Este es mi mundo y nadie ni nada lo va a cambiar)