viernes, 30 de diciembre de 2011

Wild Child


Una semana y un día después. Tranquilidad, calma y estabilidad. Siempre con retraso, aunque mejor tarde que nunca. Olor a ron y regaliz. Frío contundente pero sin ser polar. Al principio se ríe y se lo toma a guasa, pero poco a poco va descubriendo cosas que su propio cerebro le va desvelando. Pasa de ser una comedia de humor americana a ser pura ciencia ficción y terror.


Esperanzas puestas en algo que no parece llegar a buen puerto. ¿Qué culpa tengo yo? La misma que tú, ninguna. Pero de ignorancia nada, simplemente aceptación. Y mientras su miseria recorre cada sonido de su amplio léxico, el frió entra por mi garganta sin pedirme permiso.


¡Se ha quemado! Con el cariño que le tenía... ¿Autista, quizás? Me da que no. Sólo una falsa timidez con rasgos demoníacos. Ya desde el principio haciéndome esperar.


- ¡Si es que no tengo remedio!
- (...)


(y aún así sigo sin escucharla)

lunes, 19 de diciembre de 2011

La inquietud te calma


Soleada tarde de invierno que se estropea al producirse un accidente de tráfico. De la nada aparece ella, abrigada hasta arriba y con tantas capas que parece una albóndiga. No veo sus ojos porque lleva gafas verdes. ¿Seguro que son gafas o sus ojos son tan grandes que mi miopía hace que me confunda? ¡Pero qué miopía! Si ya estoy operado... veo como un lince. La costumbre de ciertas cosas es lo que tiene.


Si no me equivoco, ella no tenía nada que ver con la vigilancia de tráfico ni con las fuerzas de seguridad, entonces... ¿qué hace ahí? ¿Ha tenido ella el accidente? Imposible, porque está dando saltos de un lado para otro y se muestra feliz.


- Es ella
- ¿Seguro?
- Completamente
- Pues es un poco cardo ¿no?
- Qué dices... opérate tú también porque estás ciega.


Me adentro en un bar. Bebo cerveza. Esto ya no es del todo raro -me digo a mi mismo- porque la cerveza me gusta, demasiado. De hecho me hace sentir feliz y expresar cosas que no siento. Así de traicionera es, qué le voy a hacer.


- Es grande la cerveza de aquí
- ¡Ya te digo!
- No se por qué pero me da que no estamos en Madrid.
- ¿Y eso a qué viene ahora?
- En Madrid es imposible encontrar una cerveza tan grande, a tan poco precio y con esta buena música de fondo.


(Me levanto como un rayo)


- ¿A dónde vas?
- Voy a buscarla
- ¿A quién?
- ¿Pues a quién va a ser?
- Otra vez la misma mierda... ¿Pero estás seguro de que es ella?
- Te he dicho que sí, estoy convencido.


Ya es de noche y no hay rastro de ella. Una vez más la he perdido. No tendré más remedio que despertar y hacerme a la idea de que jamás daré con ella. Hace poco tuve la misma sensación. Parece como si estuviese a un palmo de mi cara y no me diese cuenta. Habrá más días, o mejor dicho, más noches de profundo sueño y máxima inquietud para que mi cerebro intente encontrar la calma que tanto ansía.


(En ese bar ya no hay ni un mínimo de distorsión. Sólo se escucha un piano cuya melodía va siendo cada vez más monótona y agónica)