miércoles, 22 de febrero de 2012

Lo que el destino nos quitó


El destino nos planteó un mundo tan idóneo como irónico. Las calurosas tardes de ese maldito pero imprescindible verano cobraban sentido tan sólo con activar al gordo amorfo que según su estado de ánimo es capaz de cambiar de color. No me gusta discutir, pero si no lo hago es como si faltase algo. ¿Con qué fin? Para ver hasta qué punto te importo y me importas.


- Tío, asúmelo ya. !Eres culpable!
- ¿Sólo yo?
- Parece ser que sí…
- En ese caso, lo siento.


La sumisión de la conciencia te lleva a mirarte al espejo y no ver esa parte que tenías de dignidad. De vez en cuando florece, como un rayo de sol después de la tormenta, pero rápidamente vuelve a ocultarse bajo las nubes. Por ejemplo, ahora me viene una ráfaga de aire contaminada de mi esencia: soy borde, chulo, prepotente, pasota y arisco. ¿Dejo de serlo para mejorar y resulta que se produce el efecto contrario? ¡Venga ya! Me he dado cuenta de que soy como el picante. Ni melocotones ni ostias, soy puramente como el picante: cuanto más lo comes te puede encantar o asquear.


Nos vendimos un mundo utópico que podría haberse hecho realidad con sólo tener algo que ahora mismo sí que resulta una utopía: ilusión. Pero claro, es más facil alimentar la ilusión desde casa no vaya a ser que “te pilles” si la intentas hacer realidad. ¡Anda! Otra ráfaga de mi esencia: antes de dar un veredicto es bueno juzgarse a uno mismo. Yo lo hago todos los días, cosa que aún no he visto por tu parte. Debe ser que se te está contagiando de los peperos esa manía de echar siempre la culpa al otro para salvar el culo.


Y aparte de echarle la culpa al destino, ¿qué más me queda? Creer en un mundo sin razas, donde nadie es superior a nadie. Únicamente somos bichos. Pequeños e insignificantes bichos. El día que los rascacielos se revelen contra nosotros nos daremos cuenta de lo absurdo que resulta tener el ego por encima de ellos. Ese afán de dominación en todos los aspectos es lo que nos lleva a la destrucción. Por eso, mientras la tormenta de la ambición inunda nuestras vidas yo me refugio en mi mente, el único sitio que aún me queda por descubrir. Y llegados a este punto, no me queda más remedio que creerme eso de que ni uno mismo se conoce sino que la gente sólo imagina.


(tará, tará, tararararááá)

miércoles, 8 de febrero de 2012

Autómatas


- Me voy al sobre. Pronto... ¿a que sí?
- Sí.
- ¡Pues como debe de ser! Ya está bien de mendigar por los mundos virtuales. No traen nada más que conflictos y mamonadas.
- Sí.
- Estamos creando autómatas. De casa a la universidad, de la universidad a casa, pasando como no por el Facebook, el Tuenti y el Msn.
- Sí.

Se nos saca de nuestro rol y nos desquiciamos. Nos quitan Megaupload y es el fin del mundo. Y esto no va únicamente dirigido a la tecnología. Ya ni los profesores de ética son serios. ¿Qué tipo de profesor de ética es aquel que cree en los milagros? Por favor, seamos un poco coherentes. Que esa tesis la tenga la tipica colombiana asistenta del hogar que roza los 60 pues lo entiendo, pero que un profesor de ética venga el primer día de clase con ese cuento pues francamente me hace perder toda credibilidad y no me tomo en serio.

Y ahora viene eso de "bueno, tienes que respetar las creencias de los demás". ¿Y dónde está la falta de respeto? Lo respeto enteramente, pero me parece para echarse a reír. Reírse de lo que a uno le resulta absurdo no implica faltar al respeto al igual que decir tacos no implica tener mala educación. Créeme que si yo le contase mis paranoias él sería el primero en tacharme de loco. Y sin embargo, los milagros existen, Dios también y Pepe es una mala persona por el simple hecho de que da patadas en el campo.

- Pero él no te imponía creer eso.
- Lo se, si aquí no hablamos de imponer sino de lo loco que se ha vuelto el mundo.

Ahora es el turno de demostrarme, una vez más, lo intolerante y cabezón (¿te suena?) que soy muchas veces.

- Yo que se... está bien que no lo compartas pero no lo critiques
- ¡Es que mira que sois susceptibles! A la mínima que se debate algo ya es criticar.

Así sois. Que si hay q respetar, que si lo que cada uno dice está en su derecho... en fín, lo de siempre. Entonces al final ocurre lo que pasa ahora mismo, que ni Dios se moja en nada. Como todo está bien pues así vamos, con un conglomerado de soplapolleces variadas (perdón por mi falta de educación). 

- No se, yo no estoy de acuerdo contigo.
- Me da igual, yo sí lo estoy contigo. [Sonrisa agradable]

(Nadie me va a convencer. Me iré a la montaña y seré feliz. Así no estorbaré con mis radicalismos)