domingo, 4 de agosto de 2013

Anochece


Llevo una mochila de aventurero que pesa toneladas y toneladas de dignidad. No sé qué hago allí, pero el paisaje no es del todo feo. Está nublado, como a mi me gusta, y la gente está incluso más pálida que yo, algo que me hace sentir superior. Aunque pensándolo bien, me cuestiono si la felicidad allí va según lo blanco que uno sea. Entonces, ¿eso implica que soy el más infeliz de todos?

Sea como sea, la realidad es que todo lo que tienen de pálidos felices lo tienen de poco habladores. Me mandan a una dirección que parece estar lejos, así que lo mejor que puedo hacer es dejar la mochila en el suelo e irme para allá. Cuando llego ya ha anochecido. Hay mucha gente joven y parecen irse del sitio en el que estaban. Tienen aires de rebeldía, espero que no sean del 15-M porque no les suelo caer bien. Entre la multitud te encuentro. Me pregunto si también serás del 15-M, pero rápidamente esta estupidez desaparece de mi cabeza porque tenemos cosas más importantes de las que hablar.

Ha tenido que pasar mucho tiempo para que te pongas en contacto conmigo. Después de despedirte de mi mostrándome tus buenos deseos ("te mereces todo lo malo que te pueda pasar"), por fin vas a explicarme sin rodeos y con calma cual es el motivo de tu odio y yo voy a poder pedirte perdón. Pese a que estoy nervioso, te exijo que me mires a los ojos mientras me hablas porque para eso los tengo. Haces bien en no quitarme la vista de encima, porque si lo haces igual vuelvo en mi y otra vez a esperar. El caso es que sin saber muy bien por qué, tu explicación ha conseguido justamente lo que buscaba. Ahora mi ansiedad espera en libertad. 

Aquel que llegó a la conclusión de que diez mujeres son veinte tetas entendió la vida de otra manera. No sé si bien o mal, pero de otra forma. Porque ir de frente y decir lo que piensas en cada momento es más sencillo que callarte y esperar a que tus palabras se las coma el viento. A mi no se me van a estancar en un simple 23 de abril y encima que mis últimas frases sean en inglés. Ya que estás en el Cuerpo Nacional de Policía que por lo menos tus últimas palabras sean en español, ¿no crees? 

______________________________________________________

6:

- Las que suenan cada vez menos.

- Los años que hace que llovió a ritmo de "Regular John" mientras trataba, sin mucho éxito, de experimentar algo que todos los adolescentes sobreestiman. 

- Los meses que lleva oxidándose mi coleta al lado de Goyo.

- Un nueve al revés.

- Los meses que he pasado de ti.

- El número de la bestia

sábado, 3 de agosto de 2013

Poker de almas (6)

- Vamos a tener que echar la puerta abajo porque esta mujer ha puesto el pestillo

- ¡Qué dices Alex! ¿Tú sabes lo que cuesta esta puerta? -contestó Pablo exaltado-

- Entonces dime tú que hacemos, ¿la dejamos ahí dentro?

- Hazle caso Pablo, es más importante Fernanda que la puerta -dijo Diana con voz temblorosa.

Pese a que Alex no era de corpulencia raquítica, tuvo que servirse de la ayuda de Pablo para derribar la puerta. Tras varios esfuerzos, consiguieron abrir y observaron a Fernanda tirada en el suelo.

- ¡Dios mío! ¡Está muerta! -gritó Diana al tiempo que rompía a llorar.

- Yo lo comprobaré, que para algo soy medico. Llévate a mi mujer de aquí Alex.


Mientras los dos se dirigían a la cocina, Diana no podía parar de gritar. Estaba fuera de sí, desquiciada por completo.
- Esto no puede estar pasando, dos muertes seguidas. 

- Tranquilízate Diana. Será mejor llamar a la ambulancia.

- ¿No te das cuenta? Esto no puede ser por casualidad. Cada vez que alguien pierde su dinero contra ti muere. Es como una maldición.

- ¡Estás paranoica! Le habrá dado un infarto, estaba mal de salud desde el otro día.

- No es un infarto, estoy segura. Hay que seguir jugando Alex. 

Mientras, y tras cerciorarse de que Fernanda había muerto, Pablo escuchaba atentamente detrás de la puerta la discusión acalorada que mantenían Alex y Diana.

- Eso es lo que más te gusta, jugar con todo. Juegas con tu marido, engañándole conmigo, y juegas conmigo quedándote con él cuando sabes que a quien quieres es a mi. Llevas años diciéndome que te fugarás conmigo y no lo haces. Sólo te interesa el dinero.

- ¿Pero es que no lo ves? ¡Hay que jugar para ver quien es el siguiente y descubrir qué está pasando!

El punto y final de la discusión lo puso la entrada de Pablo en la cocina. Su rostro era todo un poema. Reunía la tristeza de haber comprobado como Fernanda estaba muerta y a la vez el odio de haberse enterado que su mujer le había sido infiel durante años con su buen amigo.

- ¿Ha muerto? -preguntó Diana sin percatarse de que Pablo había escuchado todo.

- Sí, ha muerto. Y a mi me acabas de matar también. He escuchado como hablabais de vuestro romance. ¿Cómo habéis podido?

- Pablo te juro que yo…

- Ahora lo entiendo todo. Estabas conmigo solo por mi dinero. No tienes corazón Diana.

Desesperado por la situación, Pablo cogió el cuchillo que había sobre la encimera de la cocina. Ante los llorosos ojos de su mujer y deL rostro sudoroso de Alex, se clavó el cuchillo en el corazón. Pocos segundos después, moría en el suelo con el último recuerdo de la infidelidad de su preciosa mujer.

- ¿Lo ves ahora?

- ¿Si veo el qué?

- Otro que acaba de morir y acababa de perder antes también. 

- ¿Tu marido acaba de suicidarse y sigues con lo mismo? Estás loca, la única que está perdida eres tú. ¡Me voy a casa!

- Por favor Alex confía en mi. Sólo una partida más y nos olvidamos de todo esto. Empezamos una vida tu y yo desde cero que es lo que queríamos. Una vida real.

Tras unos segundos de indecisión, Alex aceptó la propuesta de Diana y caminaron rumbo al salón para jugar la partida definitiva. Mientras transcurría el juego, las velas se apagaron y Alex las volvió a encender.

- Bueno, la última mano. ¿Cuántas?

- Yo estoy servida.

- Madre mía, vas fuerte. Miedo me das.

- Ya, seguro -dijo Diana con ironía-

- Pues aquí llega el momento de la verdad. Saca tus cartas.

- Poker de ases -mostró Diana con mezcla de satisfacción y tensión mientras un silencio interminable recorría la partida.

- Venga Alex, saca las tuyas que me muero de los nervios.

- Poker de almas.

- ¿Perdón?- preguntó Diana con risa nerviosa.

Ante la incertidumbre de Diana, Alex sacó un bolígrafo de su chaqueta y escribió en la parte de atrás de las cuatro cartas los nombres de sus amigos en cada una que ellas.

- Víctor, Fernanda, Pablo y Diana. Poker de almas. ¿Tanto decirme antes que si no entendía nada y ahora la que no entiendes eres tú?

- ¡Fuiste tú! Estaba convencida de que no fueron muertes normales.

- Sí, fui yo. La verdad es que te creía más lista. Te lo estaba poniendo en bandeja desde el principio y tú sin enterarte. 

- Pero, cómo...

- ¡Pues muy sencillo! -interrumpió Alex a carcajadas- A Víctor me lo cargué nada más dejar a Fernanda en su casa. La muy perra empezó a sospechar de mi y eso me hizo acelerar mucho más mi plan. Tuve que matarla también introduciendo pequeños trozos de almendras y nueces en las pastas que a la pobre cubana no le hacían ningún bien como ya has podido ver. 

- ¿Pero y Pablo? A él no le mataste.

- Bastó con que se diese cuenta de que le eras infiel conmigo para que él mismo hiciera el trabajo por mi. La verdad es que me lo puso en bandeja y encima a eso se sumó tu intuición sobre todo lo que estaba pasando. No me puedo quejar.

- ¿Porqué has hecho todo esto?

- Tenía que demostrarte hasta qué punto el juego y el dinero han podido siempre con nuestras vidas -contestó Alex mientras sacaba una pistola de su chaqueta-

- Supongo que vas a matarme como a todos los demás.

Tras escuchar la conclusión de Diana, Alex no podía parar de reírse. Parecía poseído por la risa ante la inquieta mirada de Diana. 

- ¿De qué te ríes?

- No has entendido nada. Eres tan egoísta que sólo te importa tu vida. ¿No te has fijado que aún no he levantado mis cartas? Así que ya sabes lo que toca. Si sale…

- Sí, si sacas repoker o escalera ganas tú. Me se las normas de sobra, no hace falta que me las recuerdes.

Alex dio la vuelta a sus cartas. En ese momento ambos se miraron fijamente. La vela que daba luz a la mesa volvió a apagarse. Cinco segundos después se escuchó un disparo. 

FIN