viernes, 7 de enero de 2011

Sonríe (3)

- Hablas como si siempre tuvieses la razón, como si nada te importase porque tu tienes en tus palabras la verdad.

- No nos desviemos del tema. Hablábamos de que no es imposible que mi felicidad sea fingida.

- Cierto, y aún no me has explicado por qué.

- Es muy sencillo, querido. Por ejemplo, ¿podrías evitar que el agua estuviese mojada?

- No.

- ¿Y que el fuego no quemase?

- Si le echo agua encima ya no quema.

- Pero sabes perfectamente que entonces ya no sería fuego.

- Supongo que tienes razón.

- Pues de la misma manera que al agua no puede dejar de mojar y el fuego no puede dejar de quemar, deduce por qué mi felicidad no puede ser fingida.

- ¿Quién eres?

- Si a estas alturas de la conversación no lo sabes todavía me temo que ya nunca lo sabrás.

- Se quien eres, te estoy viendo. Eres la chica con la que estoy hablando, guapa, simpática y siempre risueña.

- Conoces mi apariencia exterior, pero no has sabido deducir quien soy realmente.

- ¿Y no puedes decírmelo?

- No podría definírtelo con palabras, querido. Yo no puedo descubrirte quien soy, eso ya es cuestión tuya. Si es que quieres…

FIN

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