domingo, 4 de abril de 2010

No quiero despertar

Queda poca gente que se plantee vivir en un sueño. Más bien, en todo caso hay personas que viven en su burbuja al margen de la realidad, pero en el fondo son conscientes de lo que pasa. Ese pasotismo de cierta gente hacia la vida solo puede indicar dos cosas: que realmente sean así y sea imposible sacar nada de ellos, o bien porque se refugian en un pasotismo ficticio para tapar lo vacías que están sus vidas. También es cierto que un buen ejercicio de pasotismo a tiempo es una victoria. Pero no he venido aquí a hablar de pasotismo ni de los tipos de pasotismo que hay porque ya me estoy aburriendo. Mejor hablemos de algo mucho mas falso y creador de ilusiones como son los sueños.

Un sueño, quitando alguna pesadilla rebuscada, es algo bonito. En un sueño uno tiene la ventaja de que nunca sabe lo que le puede pasar. ¿Y eso es bueno? Por supuesto, porque al no saber lo que te deparará el sueño, nunca temes que las cosas salgan mal. Luego hay gente que es capaz de controlar sus propios sueños, aunque yo, personalmente, no conozco a ninguno. Pero alguien que es capaz de controlar su sueño es alguien que de alguna forma hace trampas, porque lo arriesgado de un sueño es que nunca sabes lo que te va a deparar. Obviamente, si queremos tener el sueño perfecto y prolongarlo al máximo, controlarlo nos ayuda a ser más felices. Pero es una felicidad corto a la par que falsa y decepcionante.

Hasta ahora, solo he hablado del sueño como tal y no de las consecuencias que tiene. Quizás lo más trágico de los sueños sea despertar. Hay veces que el sueño nos hace estar en un estado de tanta felicidad que somos incapaces de sentir algo igual en la realidad. Esto provoca al despertar una sensación de frustración inexplicable. Despiertas y te preguntas a ti mismo: ¿Por qué me habré despertado? Esta sensación de frustración se duplica cuando el fin del sueño es debido al sonido del despertador, el teléfono móvil, o cualquier otro ruido que fuerce el despertar.

Esa sensación de impotencia por ser incapaces de retomar el sueño es solo el comienzo de un planteamiento sobre para qué están los sueños. Pues muy fácil, los sueños solo son un regalo que nos hace nuestro cerebro para dejarnos ser felices durante escaso tiempo. Mientras sueñas eres el rey del mundo, nadie te puede ganar y, aunque no seas consciente, dominas la situación. Descubres una sensación de felicidad jamás sentida y cuando despiertas te chocas con ese gran muro de acero que es la realidad. He dicho al empezar que los sueños son falsos y que además crean ilusiones. Aunque siempre me empeñe en lo contrario, el mundo de nunca jamás es una gran farsa y los sueños, lamentablemente, sueños son.

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