sábado, 6 de marzo de 2010

Iluso sin ilusión

A veces nos cuesta mucho distinguir entre ilusión e imaginación. Desde mi punto de vista, la ilusión son los sueños que más deseamos y que daríamos lo que fuese por que se cumplieran. Teniendo ilusión es muy fácil saber qué es la imaginación, ya que con solo profundizar un poco en nuestros sueños ya conseguimos imaginar.

Muchas veces creemos estar ilusionados con algo cuando en realidad lo único que estamos es encerrados en nosotros mismos. Tener ilusión no significa estar obsesionado con algo. El problema de todo esto es que al estar tan sumamente concentrado en eso que tanto nos gusta o nos atrae y tener tantas expectativas en ello, nos evadimos del mundo y creamos nuestra propia ficción. Es por esto que el ser humano se lleva tantas decepciones. En el fondo, las decepciones no son mas que un retorno al planeta tierra. Durante el tiempo que nuestra propia realidad nos lo permita, vivimos en un mundo de flores donde el cielo es de colores y nada nos saca de él. Todo esto dura hasta que uno deduce, por lo que sea, que está siendo fruto de una gran broma por parte de su imaginación.

Hay cosas en la vida que son universales y negarlas sería cosa de locos. Al igual que detrás de toda relación sexual (con un mínimo de sentimiento de por medio) se esconde un nerviosismo absurdo, detrás de toda ilusión se esconde una gran decepción. El ser humano se ilusiona y después, cuando ve que dicha ilusión no se ve recompensada, elucubra al máximo con tal de no reconocer que sus sueños han fracasado. Pero si algo bueno tienen los sueños es que no son limitados.

Tener ilusión en algo nos hace estar más vivos. Es como ese niño que espera ansioso la llegada de los reyes magos.
Cuando mis ilusiones se vienen abajo me digo siempre la misma frase: “bueno, después de todo, no se está tan mal en el planeta tierra”. Aunque también planteo, ¿no sería mejor vivir siempre felices en una eterna ilusión? Quién sabe.

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