viernes, 18 de junio de 2010

El precipicio de la felicidad (1)

- En fin, un día más- Esto fue lo último que pensó Asier antes de dormirse tras una larga noche de marcha. En realidad, esas palabras que se dijo a sí mismo resumían muy bien su vida. Tenía 26 años, a punto de cumplir los 27, y prácticamente había pasado de puntillas por la vida. Era un escritor frustrado y obsesionado con las mujeres, aunque en el fondo era un romántico sentimental. Vivía sólo en un pequeño piso en el centro de Madrid, el cual destacaba por el desorden y el fuerte olor a tabaco. Esto era algo que Asier siempre se había echado en cara, ya que soñaba con poder ser una persona organizada y con dejar de fumar. Lo último le traía más quebraderos de cabeza porque Marta, la mujer de la que siempre había estado enamorado, renunció a acostarse con él debido a su olor a tabaco. A pesar de esto y que muchas veces intentó dejarlo, seguía fumando sin parar. 


Asier era una persona independiente y siempre se jactaba de ello. Sin embargo, había muchos momentos del día en los que se sentía sólo y deseaba con todas sus fuerzas sentirse arropado por alguien. Ese alguien no era otra persona que Marta, la cual era muy independiente también pero mucho más fría que él. Asier siempre había soñado con estar con ella y muchas veces lo intentó sin éxito. A pesar de los múltiples rechazos, nunca hubo tensión entre ellos y continuaban siendo amigos, pero eso no era consuelo para. Muchas veces se tumbaba en la cama y, mientras fumaba uno de los muchos cigarros del día, pensaba en cómo sería la vida a su lado.


A diferencia de otras muchas noches, Asier consiguió dormirse al instante. No hicieron falta pastillas para el sueño ni quedarse horas y horas leyendo novelas de William Borroughs porque con la cantidad de alcohol que tenía en el cuerpo era suficiente. A la mañana siguiente, notó que el ambiente del dormitorio estaba menos cargado que otras veces. No recordaba haber abierto las ventanas antes de acostarse, aunque realmente no se acordaba de eso ni de nada. Avanzó entre sabanas hasta la mesilla para coger el paquete de tabaco y fumarse el primer cigarro de la mañana. Al encenderlo, escuchó una voz que le dijo: -¿Ya me estás robando cigarros? Se dio asustado la vuelta y observó a una chica alta, morena, delgada y que estaba desnuda. ¡Era Marta!

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