miércoles, 28 de julio de 2010

El precipicio de la felicidad (6)

- Camarero ponga otro whisky al chico -dijo el hombre y rápidamente continuó- Querías a Marta y la tienes. Querías un trabajo fijo y también lo tienes. Eres psicólogo y de los mejores.
-¡Yo no soy psicólogo, soy escritor!
- No hacías más que quejarte de que tus novelas no se vendían y que no te daban suficiente dinero. Pues bien, ahora tienes un trabajo y la mujer que quieres está contigo.
- Entonces, usted ha cambiado todo esto. ¡Usted ha cambiado mi vida y la ha convertido en una pesadilla!
- ¡La he convertido en lo que tú querías, Asier! Te has pasado la vida entera persiguiendo cosas inalcanzables para ti y cuando por fin las tienes no eres capaz de vivir con ellas.
- ¡Yo estaba bien como antes! No necesitaba nada de esto.
- ¿Entonces por qué no eras feliz si tan bien estabas?
- No lo se… quiero recuperar mi vida de una vez. ¿No hay ninguna forma de hacerlo?
- Es tarde para eso ya, estamos en el límite.
- ¿En el límite de qué?
- De lo que puedes aguantar. Solo tienes una solución y sabes perfectamente cual es.
El hombre le indicó con la mirada la botella de whisky que había sobre la barra de la mesa. Asier no dudó ni un instante y comenzó a beber como si de una competición de alcoholismo se tratase. Se la terminó entera y a los pocos segundos comenzó a encontrarse mal. Veía todo nublado y estaba mareado.
- ¿Por qué me hace esto? Dijo Asier con voz de tener ganas de vomitar.
- Antes de que te vayas te diré algo.
- ¿De que me vaya a dónde?
- La felicidad es como un precipicio, de lejos no asusta pero cuando lo tienes delante es cuando verdaderamente comprendes lo peligroso que puede llegar a ser. Adiós, Asier.
Al acabar el hombre de hablar, Asier se desmayó en medio del bar. Poco tiempo después, dormía en su cama con la misma ropa como si alguien le hubiese acostado. Se despertó con el corazón latiendo a gran velocidad y con dificultades para respirar. En su mente todavía estaban las ultimas palabras de aquel extraño hombre, al cual no quería volver a ver. Se fue a la cocina a por un vaso de agua y observó que al lado del grifo tenía un sobre que jamás había visto. Lo abrió y en su interior leyó: “Querido Asier, disculpa las molestias. No quería que esto llegase tan lejos pero no he tenido más remedio que hacerlo. Espero que no volvamos a vernos en mucho tiempo porque cada vez que nos vemos siempre acabamos discutiendo. Termino esta nota recordándote que la felicidad es como un precipicio, de lejos no asusta pero cuando lo tienes delante es cuando verdaderamente comprendes lo peligroso que puede llegar a ser. Recuérdalo siempre. Firmado, tu pensamiento.”

1 comentario:

  1. No se necesitan razones para celebrar, la vida misma es un motivo para hacerlo, esto es parte del espíritu escocés, si quieres conocer más al respecto te invitamos a visitar: http://whiskyfestival.com.mx/

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