lunes, 9 de mayo de 2011

Hacer algo mal para sentirte bien

Miseria, estás siempre presente. Cada vez te odio más, y, como puedes ver, te hablo de tú porque no me mereces ningún respeto. Desde el principio de los tiempos empezaste a hacer a de las tuyas con la manzana de Adán y Eva. ¿Era Eva la culpable? Más bien Adán era un endeble. Probablemente su simpleza sucumbió a los encantos del mal. Era tan tonto, tan tonto, tan tonto que se creyó listo por un momento.

Todo empieza por la desconfianza. Tu corazón te dice que confíes, que la sinceridad está ahí y que sólo tienes que dejar de pensar. Por eso tantas preguntas: para no pensar. Es la única manera de encontrar un calmante momentáneo a la tortura mental.

Y cuando empieza a ser imposible que las preguntas relajen tu angustia interna e inexplicable (porque en el fondo, aunque tengas una leve noción de por dónde van los tiros, es inexplicable), pasas a plantearte otras cosas. Perder tu dignidad por otorgársela a otro. Sentirte mejor haciéndolo peor a veces es el único escape que tienes. ¡Que paradoja! Hacer el mal para sentirte bien.

Tener empatía con la miseria es lo peor que puede ocurrir, pero a veces no queda otra. Ponerte a su altura hará ver las cosas desde su prisma. Quizás viéndolo así se puedan entender muchas cosas y esa angustia desaparezca. No lo se (no siempre hay respuestas para algo que uno mismo dice).

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