viernes, 28 de octubre de 2011

Cocido español

La democracia española es como un cocido, un sistema en el que entran todo tipo de alimentos que, juntos, puede parecer que darán mejor sabor al plato pero que, con el tiempo, resultan perjudiciales para el estómago. Nuestra receta se basa en creer que España es una ‘nación de naciones’. Este juego de palabras, complejo donde los haya, es como nos define nuestra sagrada e intocable Constitución, con permiso de la diosa suprema Angela Merkel.


Por hacernos una idea, el panorama en España está de la siguiente manera: el gobierno que preside la nación es, supuestamente, un gobierno socialista. El sistema de las autonomías, que es un modelo más bien liberal que socialista, es el que da sabor a nuestro cocido aunque provoque más de un corte de digestión a alguno. Por otra parte, es conveniente señalar que aunque España tenga un gobierno socialista (caracterizado por los recortes sociales), la mayoría de sus comunidades autónomas están gobernadas por el Partido Popular desde el pasado 22 de mayo.


Nación de naciones
Volvamos a la idea de ‘nación de naciones’. Si lo que se intentó en 1978 fue desplazar el concepto de España como ‘Una, Grande y Libre’, tres décadas más tarde lo que se ha conseguido es que la definición del Estado Español sea todo un eufemismo. Es mucho menos ofensivo decir masajista que prostituta, al igual que queda muy bonito y elegante decir acompañante cuando en realidad se trata de un chapero. Algo similar ocurre con nuestro país. Si tantos cambios queremos, con todo lo del 15-M de por medio (que algunos ya no saben ni lo que piden), va siendo hora de hablar con propiedad y no seguir engañándonos en algo tan sencillo como es una propia definición. Una nación de naciones es algo imposible, una contradicción en sí misma y una copia barata del modelo de república federal.


Nacionalismo e independentismo
Ambas corrientes están muy presentes en nuestros días y, aunque no lo parezca, se asocian constantemente en un mismo objetivo: conseguir su propia soberanía. Centrándonos más en el nacionalismo y el independentismo vasco, resulta curioso observar la gran unión que muestran muchas veces Bildu y el PNV siendo ideologías completamente dispares.


Mientras que el independentismo se aleja por completo del Gobierno central, el nacionalismo sería incapaz de subsistir sin él, ya que es éste quien reparte sus competencias. En ese sentido el independentismo, al menos en teoría, es mucho menos hipócrita, si se me permite decirlo, que el nacionalismo, ya que únicamente busca su propio bien dentro de su pueblo y sin querer tener nada que ver con el Estado al que pertenece territorialmente. Sin embargo, el nacionalismo en general, y más en España, se muestra siempre al sol que más calienta. Un claro ejemplo es Josep Antoni Duran i Lleida, que como suele decirse, puede ser tu mejor amigo o tu peor pesadilla.


Los otros ingredientes
Para completar el cocido español, no podían faltar las fuerzas minoritarias, de las cuales muchas de ellas se dicen en contra del sistema pero siguen perteneciendo a él. Un caso que resulta realmente peculiar es el de Izquierda Unida. El grupo de Cayo Lara no está de acuerdo con la monarquía, y a consecuencia tampoco con la bandera. Apoya un sistema económico totalmente desligado al que está establecido en España, y en casi todo el mundo. Y aún así, día tras día, congreso tras congreso, no cede en sus quejas hacia el sistema estando cada vez más en su interior.


Este es el cocido español, seguramente explicado muy por encima y con algún que otro ingrediente por añadir, pero con una única conclusión: Para bien o para mal, la democracia es como la viña del Señor, entran todos.


[Artículo sobre la situación política española. Octubre 2011]

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