domingo, 21 de febrero de 2010

Mírame a los ojos

El intercambio de palabras entre las personas se ha convertido en un atajo que nos lleva directamente a descubrir cómo es la persona con la que estamos tratando. Sería fácil averiguar cuales son las creencias religiosas de alguien con el simple hecho de sacar en la conversación el escabroso tema del aborto. También resultaría sencillo saber de qué pie cojean (políticamente hablando) con solo hacer un breve comentario sobre algún tema de actualidad política.

Todo esto es la postura cómoda. Sí, aunque creamos que hemos descubierto America con el hecho de haber cruzado cuatro palabras bien dichas, en realidad no tenemos ni la menor idea de con quién tratamos. Sinceramente, no creo que haga falta que dos personas establezcan una conversación para descubrir si se llevan bien o mal, si conectan o no o si están siendo sinceros el uno con el otro. El diálogo sobra. Basta con mirar fijamente a los ojos a alguien para saber por dénde va.

Con entrar en el metro y quedarse en una esquina observando a la gente sacamos muchas cosas en claro. Uno descubre todo tipo de señales, vicios, obsesiones, perversiones, autoconfianza, vergüenzas, negatividad, etc. Los gestos son importantes pero no definen con exactitud cómo es la gente. Alguien que se toca mucho la barbilla o está continuamente moviendo las piernas mientras está sentado simplemente es que tiene un problema de inestabilidad en el tiempo. Es decir, que tiene prisa, está intranquilo o le preocupa algo. Pero no hace falta ser psicólogo para saber todo eso. Yo no lo soy y puedo asegurar que alguien que está constantemente mordiéndose las uñas es porque se encuentra incomodo por algo. También podría ser por manía, pero en ese caso la merienda con su propia mano suele ser breve y menos intensa.

Hace poco he tenido la suerte de encontrarme con una mirada que me ha descolocado por completo. ¿Y eso es una suerte? Pues para mí sí, porque de lo contrario seguiría estancado en mi percepción de la realidad, y por muy fiel que sea a mis principios eso nunca puede ser bueno. Gracias a esa mirada veo el presente menos gris y el futuro menos negro. Por otro lado, cuando he dicho que me ha descolocado también es en el sentido de que hay algo que no me termina de convencer. Estoy inseguro pero confiado a la vez. Ahora mismo soy un valiente con miedo.

Por último, si algún día la persona que esté leyendo esto se cruza conmigo y me ve observándole fijamente a los ojos, no piense que estoy loco (que posiblemente sí) o que me siento atraído por usted (que lo mismo también), sino que solo estoy manteniendo una conversación sincera con usted.

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