jueves, 30 de septiembre de 2010

La firma (7)

Anduvieron largo camino hasta que se fueron adentrando en un pequeño pueblo. Gabriel pensó que debía tratarse del pueblo de ella porque no había mucha más población en esa zona. A medida que iban acercándose al pueblo a Gabriel se le hacía todo mucho más familiar. Siguieron andando hasta que llegaron definitivamente.

- ¿Supongo que vives por aquí no?
- Sí, más o menos. En ese bloque de pisos de allí.
- Vale pues te acompaño que nunca se sabe la gentuza que puede haber por las calles.
- Pareces mis guardaespaldas… pero bueno, ya que has venido hasta aquí tampoco te vas a ir. Vente a casa y te invito a un café, aunque ya con la hora que es mejor cenamos algo.
- Bueno, no se si será lo mejor.
- Tu cita supongo… sinceramente no creo que llegues ya, son mas de las doce.
- ¿Así que ya es viernes?
- Sí, se podría decir que sí.

La chica abrió el portal y empezaron a subir las escaleras. Para ser un bloque de pisos de un pueblo tenía muchas plantas. Parecía que la chica vivía en el piso más alto. Mientras subían las escaleras Gabriel notaba algo raro. Se fijaba en todos los detalles sorprendidamente. Llegaron por fin al piso y la chica abrió la puerta. Estaba todo muy oscuro a pesar de que la chica lo primero que hizo fue dar la luz al entrar. La chica llevó a Gabriel a su habitación y este sabía lo que ocurriría si entraba ahí. A pesar de todo, no dudo en absoluto y fue con ella. Comenzaron a besarse y a quitarse la ropa. De repente, el rostro de Gabriel emblanqueció.

- ¡Un momento!
- ¿Qué ocurre?
- Yo ya he estado aquí.
- Eso no tiene sentido… tú nunca has estado en mi casa porque nos hemos conocido hoy. Y mucho menos en mi habitación…
- ¡Te digo que ya he estado aquí, y hace poco!
- Mira estas un poco nervioso, voy a ir a por un par de copas para relajarnos.

La chica fue a por las copas mientras Gabriel contemplaba la habitación con incredulidad. De pronto, sonó el teléfono. Sabía que era de mala educación contestar a las llamadas de otro, pero en ese momento sintió que debía hacerlo.

- ¿Quién es?
- Hola, le llamo de la clínica de desintoxicación. Es sobre su hermano, verá tengo que comunicarle que…

Gabriel colgó inmediatamente. Vio llegar a la chica con las dos copas y una sonrisa de oreja a oreja.

- No sabía que tenías un hermano desintoxicándose.
- ¿Pero qué dices? Yo no tengo ningún hermano desintoxicándose. De echo, no tengo hermanos.

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UNA SEMANA DESPUÉS:

- No somos nada…
- Ya, es muy triste. Vivimos para morir. Que injusticia…
- Parecía un buen tipo
- Yo también lo pienso. Era mi hermano… siempre fuimos muy distintos, pero era sangre de mi sangre. Y ahora ya no está…
- Bueno, creo que me voy a ir ya. Me esperan unos clientes.
- ¡Espera! No nos hemos presentado… soy Willy
- Encantada Willy, nos veremos pronto.

FIN

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